¿Debemos reinventar la política? parece que se va haciendo urgente. Estamos frente a una crisis global de la legitimidad política que hay que enfrentarla más temprano que tarde y más aún en Bolivia, tradicionalmente inestable políticamente hablando. Opino que una forma es empezar por un diseño institucional adecuado para construir la “gobernabilidad democrática”, como lo planteaba en un artículo anterior, al hablar de la posibilidad de tener un Consejo de Estado.
 

Esto implicaría, entre otras cosas, parlamentizar el sistema político que tenemos como una forma de tener un jefe de Estado y un jefe de gobierno, evitando que el presidente ejerza las dos funciones como efectivamente ocurre hoy; dando lugar a un presidencialismo que acentúa las posibilidades de hegemonizar el poder, tal cual ha ocurrido anacrónicamente en todos estos años de vida republicana y de Estado Plurinacional que nos ha ido dejando no solo grietas, sino heridas.

El Consejo de Estado, pensado como un órgano supra gubernamental; permitiría, precisamente, tener un jefe del Consejo de Estado y un jefe del Gobierno y, menos posibilidades de reducir a la Asamblea Legislativa a un apéndice del Poder Ejecutivo. Es más, se estaría planteando un sistema bicameral y pasar muchas de las atribuciones de la cámara de senadores al Consejo. 

El parlamento o asamblea plurinacional que hoy se muestra subsidiarizado al poder ejecutivo, tendría más posibilidades de legitimarse democráticamente al ejercer un rol independiente del poder ejecutivo y dejaría de plebicitar al jefe de gobierno, definiendo relaciones de poder totalmente verticales (Jorge Lazarte), más allá de todo predicamento.

El presidencialismo sin duda que refuerza la gestación de caudillismos, sobre la base de contar con parlamentos afines que consolidan la voluntad del caudillo. En estos tiempos de crisis, habrá que trabajar propuestas que construyan institucionalidad y permitan una gobernabilidad democrática, en base a un nuevo sistema político y eso pasa por reinventar la política en la  que ya pocos creen por exceso de fraude.

En efecto, los actores del sistema político han mentido, han robado y han defraudado superabundantemente al punto que el descontento frente a ellos ahora es global. Para colmo, su administración del Estado ha sido absurdamente ineficiente y el panorama no es alentador. Tanto regímenes de izquierda como de derecha han servido, en lo fundamental, para concentrar poder, mofándose de toda propuesta transformadora e incluso reformista sin encarar y menos resolver problemas estructurales como el acceso a la educación y a la salud. Su límite ha sido, generalmente, el goce personal y de grupo.

Este estilo de hacer política no solo es pasado sino que también es presente y puede ser futuro. En la Bolivia post Evo, con muchos sueños rotos y violencias encubiertas y a punto de reventar (todo el tiempo), habrá que ser inteligentes en el manejo del Estado, del gobierno y los ciudadanos; no podemos caminar hacia atrás menos hacia el abismo; tenemos una marea de ciudadanos movilizados demandado un nuevo orden y ya no hay escapatoria: demasiados han sido los errores; el retorno a la convulsión puede estar en puerta y por lo tanto el desafío en monumental.

Si bien la política extrae su fuerza a partir del conflicto (Carl Smith), enfrentar este nuevo tiempo; de una forma distinta para encontrar un nuevo orden de mundo implica, principalmente, el desafío de repensar la política más allá del conflicto. Es posible (pienso), que la vida no se limite solamente a la guerra y al pugilato; sino a la posibilidad de construir, a partir del otro, un orden más justo, sostenible y menos demencial, basado en consensos. Para ello, habrá que ser extremadamente cuidadosos con aquellos que vayan a manejar el poder político; cualquier cosa no es la solución.

Fuente: El Dia
Autora: Vesna Marinkovic