" Elogio de las masas en busca de la esperanza perdida”, podría ser el título de un libro que cuente la movilización reciente en Bolivia dirigida a reivindicar sus votos escamoteados en dos oportunidades: el 21 de Febrero de 2016 y el 20 de octubre de 2019. En el mismo, tendríamos que decir que dicha movilización no fue espontánea sino algo que fue madurando a golpe de indignación para estallar pacíficamente en busca de un cambio. Que se lea bien:  cambio social en el siglo XXI.

Lo que ocurrió en Bolivia, como seguramente está sucediendo en otros escenarios latinoamericanos convulsos por demandas y descontentos acumulados en siglos de historia; fue, por tanto, una muestra de pasiones enganchadas que pueden generar tanto el caos como el cambio. En nuestro país la movilización de las masas que logró que Evo Morales depusiera su intento de perpetuarse en el poder, fue principalmente pacífica y esto no es parte de una ideología política de la tergiversación. Fueron días enteros de resistencia en las calles horadando la roca y esa fue una particularidad que debe ser incorporada al análisis global de las movilizaciones sociales en el mundo.

La movilización no dejó de lograr su objetivo: la renuncia de Evo Morales, nuevo Tribunal Supremo Electoral y nuevas elecciones aunque luego de la renuncia de Morales se produjera una convulsión social en el país al grito de “guerra civil” y se incendiaran casas, se destruyeran recintos policiales y se diera una confrontación violenta con muertos y heridos, como parte del fin del ciclo Morales en Bolivia cuyos coletazos aun se sienten, después de haber concentrado la mayor votación electoral de la historia política, en años previos a 2016.

Los niveles de violencia han amainado al momento, pero, es conveniente señalar que las masas movilizadas en busca de su esperanza perdida, no han claudicado. Me animaría a decir que sólo están en situación de repliegue para desplegarse en cualquier momento que la coyuntura vuelva a indignarlas. Esto quiere decir que hay que leer el momento político, económico y social con demasiada cautela: no podemos darnos el lujo de repetir historias de politiquería barata y soslayar la demanda explicita de construir una gestión impecable desde el aparato estatal. 

Para eso es vital alejarnos del poder semántico de los  slogans y elaborar propuestas para “la construcción del orden deseado”, algo que sólo es posible con piense y con muchísimo esfuerzo. La ruta estratégica de este desafío tiene que ser resultado de una planificación vital de nuestro destino. Aquí retomo la propuesta de incorporar a la Constitución la figura del Consejo de Estado como una instancia supra gubernamental que incorpore, a la cultura política de Bolivia, la dinámica de organizarla a partir de la planificación permanente, participativa y propositiva de políticas públicas.

Esto supondría un ente rector de los intereses del Estado-por encima de cualquier gobierno-, que impida reeditar continuismos autoritarios, desarrolle la capacidad de organizar el país y marque un norte a los gobiernos que decidan hacerse cargo de las delicadas funciones de administrar el Estado. Hay varios países, como España, por ejemplo, que tienen su Consejo de Estado que les ha permitido construir su institucionalidad estatal de mejor manera.

Esta sería una forma, además, de evitar el enquistamiento y reaparición de parásitos amigos del poder del Estado, acostumbrados a medrar asquerosa y sigilosamente del mismo. Esta instancia supra gubernamental nos daría la opción de tener personas altamente capacitadas, a cargo de elaborar normas que permitan una versión necesariamente seria de país. Si no estoy equivocada, este es el cambio que exige este siglo XXI. Lo contrario, sería reeditar gobiernos mediocres y arbitrarios que de ninguna manera estarán en condiciones de desarticular la acción colectiva que acabamos de mencionar y que acaba de demandar un nuevo país.

FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC