En 2019 el planeta se está convenciendo de que muchas cosas están mal y que hay un hastío mundial. Por el momento, el contexto global muestra la persistencia de un bajo crecimiento económico, un alto grado de incertidumbre y crecientes complejidades en lo externo, además de menores espacios para la aplicación de políticas macroeconómicas, como refiere la CEPAL.

El crecimiento  de los países ricos ha sido el menor de los tres últimos años, alcanzando  apenas 1,6% en el segundo trimestre de lo que va del año y en el mismo periodo de 2018, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Europa luce apesadumbrada, con Alemania e Inglaterra a la cabeza, sin poder resolver sus problemas internos y contagiando negativamente al resto de la comunidad, en la medida que son, de lejos, las economías más fuertes de Europa.

Europa, en general, ha tenido un desempeño pobre. Estamos hablando de apenas un 1,3% interanual de la Unión Europea frente a un 1,1% de la Eurozona, considerados los peores registros desde 2013, según esta misma fuente que, al mismo tiempo, agrega que Estados Unidos ha disminuido su ritmo de crecimiento de 0,8% a 0,5% y Japón del 0,7% al 0,4%.

Ver el contexto global, para entender lo micro, es fundamental para no caer en provincianismos eternos de mirarnos sólo el ombligo. Sin embargo, resulta que ahora el resto global no estimula pues también está en crisis. Acaso por primera vez los expertos reconocen que el contexto en su totalidad es, al menos, complejo mientras se confirma que las economías desarrolladas serán las que más se desaceleren proyectando un crecimiento para Estados Unidos, por ejemplo, de apenas 2,5%, menor el 2,9% de 2018.
En América Latina y el Caribe, 2019 está siendo igualmente complicado. La CEPAL espera que durante 2019 el crecimiento económico de la región mantenga una trayectoria de desaceleración con una tasa proyectada del 0,5%. Insiste en que, a diferencia de los años anteriores, 2019 presenta una desaceleración generalizada que afectará a 21 de los 33 países de la región (17 de los 20 de América Latina).

En este escenario de incertidumbres y una desaceleración de la economía, no estaba en la ecuación la irrupción monstruosa de los incendios en la Amazonia que siempre ha ardido por irracionalidades humanas, pero, nunca como ahora. Según el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (IMPE), este año la zona ardió un 83% más que el año pasado.

Más allá del dato frío, la Amazonía es un espacio que no sólo despierta ambiciones humanas sino que también embelesa. Es un espacio maravilloso de equilibrio medioambiental para todos los que habitamos este planeta; clave para el equilibrio de la flora y la fauna y, sin embargo, está ardiendo de manera inmisericorde, incontrolada, visibilizando que el ser humano es una especie de virus mortal.

Los juegos del poder saben porqué se está incendiando la Amazonía y los aparceros de ese poder brutal, sólo muestran la punta del Iceberg y tratan de explicar mediocremente este holocausto ambiental; combatiéndolo sólo desde sus propias aristas. La prensa, alguna prensa, observa absorta y sin palabras, el drama de cientos de vidas corriendo entre las llamas, sin que eso importe verdaderamente a nadie y, pretendemos escribir, pero “solo nos sale espuma”.

Después de este incendio nada volverá a ser lo que fue. Las cenizas de la Amazonía podrán, en el mejor de los casos, servir como triste abono para el retorno parcial de la vida, pero, no hay duda que la vida misma acaba de confrontar el espanto de los rigores de poderes oblicuos haciendo pito el planeta en lo que queda de este siglo. Es probable que, en este escenario dantesco, los discursos finalmente puedan ser incinerados también pues nunca sirvieron para otra cosa que incendiar el planeta.



FUENTE: EL DÍA 
AUTORA: VESNA MARINKOVIC