Los comicios electorales son una guerra, primaria, pero guerra al fin del día: tiene los frentes definidos y los soldados con más o menos criterio; listos para matar. En algunos casos, los soldados de esta guerra no son solo aglomeración sino selección de criterios y se desplazan  de acuerdo a estas posibilidades: unas veces en manada, otras midiendo el impacto del ataque. En cualesquiera de estos casos, la prensa debe relatar los acontecimientos que ocurren en el frente de batalla.

Ese rol meramente narrativo o de repetición que ejerce la prensa, a veces se acicala con análisis, interpretación de datos y ofrece mayores posibilidades para construir criterios a partir de la información, alejándose del papel de “pianola” que solo responde a una tonada previamente concertada. Con todo, la prensa no la tiene fácil puesto que su delicado como imprescindible rol está en el centro de las argumentaciones políticas. 

El reciente caso de la vocería de Diego Ayo así lo comprueba. Ayo, en su rol inaugural de vocero dijo, textualmente, que “…Manuel Canelas maneja más de 150 millones de dólares y nosotros no llegamos ni a 10 millones de dólares juntando todos los aportes”, lo que le valió que el Gobierno interpretara que Comunidad Ciudadana tiene 10 millones de dólares para emplearlos en la campaña electoral.

"Ese dinero viene del narcotráfico o viene de países del extranjero, enemigos de Bolivia, no hay otra fuente, solo países extranjeros, enemigos de Bolivia o el narcotráfico puede poner esa plata", dijo García Linera a los medios cerrando el círculo y dando pie a un sinnúmero de interpretaciones por parte de ambos frentes en conflicto.
A la renuncia de Ayo, el también vocero de Comunidad Ciudadana, José Luis Bedregal, aseguró a Radio Panamericana que el alejamiento de Ayo fue un acto de racionalidad y no efecto de desinteligencias internas como señalaba una carta que luego fue conocida como falsa: “Los periodistas no corroboran sus fuentes y publican noticias falsas”, arguyó en alusión al papel de algunos medios en esta guerra que involucra varios poderes. 

En medio de este vendaval de opiniones por un tema en realidad irrelevante, quedó claro que el rol de la prensa está en el centro de las argumentaciones políticas y que, además, toda su infraestructura está al servicio de una información que no vacila; fluye. Fluye, en muchos casos, distante de temas que tienen que ver con temas vitales para el desarrollo nacional y de las personas en primer lugar.

Pasa por alto la urgencia de repensar la institucionalidad del Estado y se concentra en temas menores como el gasto que hacen los partidos para la guerra: si entre medio la gente muere y si mañana no sabremos cómo enfrentar hambrunas, epidemias y logias de desinformados; no es de su incumbencia en este estado de guerra primario y sin premisas.

El poder difuso de las élites fluye y parecer ser que esa es la única razón; el poder de los medios sino queda silenciado por estos poderes, termina como parte de la guerra. Por lo tanto, una reflexión sobre la guerra y los medios, debería estar en la agenda de la contraofensiva a un orden que busca anular sobre todo la capacidad de raciocinio de las personas. No hacerlo sería mayor despilfarro que el gasto en campañas electorales, aunque el poder opine exactamente lo contrario.


FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC