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Mi mejor pronóstico de CRECIMIENTO DE LA HISTORIA (*)

 

Robert J. Barro (**)


EDICIÓN 72 | ABRIL 2019

 

La tasa de crecimiento del PIB real de Estados Unidos del 3,2% en el primer trimestre de este año es impresionante, como lo fue el crecimiento promedio del 3% en 2018 (medido desde el cuarto trimestre de 2017 hasta el cuarto trimestre de 2018). Desde el fin de la Gran Recesión –de 2011 a 2017-, la economía estadounidense creció apenas el 2,1% por año, en promedio. ¿A qué se debe la reciente aceleración?



La reforma impositiva de 2017, que entró en vigencia en 2018, fue vista prospectivamente, y ahora retrospectivamente, como un aporte al crecimiento. Pero hubo –y sigue habiendo- mucha controversia respecto del alcance de los efectos macroeconómicos de los cambios impositivos.

En enero de 2018, con la intención de resolver parte de la controversia, la Brookings Institution nos contrató a Jason Furman (presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Barack Obama) y a mí para escribir un documento conjunto centrado en los efectos de crecimiento prospectivos de los cambios tributarios. Sin duda, Brookings pensó que combinar un punto de vista liberal (el de Furman) con el mío (que considero pro-mercado) evitaría el sesgo político y generaría así estimaciones más cercanas de lo habitual a la “verdad”. Dejo a criterio de otros observadores evaluar si este intento audaz de alcanzar consenso fue exitoso.

 

…un crecimiento económico más rápido es mejor que un crecimiento económico más lento…”




Gran parte de nuestro análisis hizo hincapié en los cambios impositivos para las empresas, incluido un recorte de la tasa impositiva federal a las ganancias corporativas del 35% al 21% (para las corporaciones C, que incluyen a las empresas más grandes) y una reducción menor de la tasa impositiva para las empresas intermediarias (sociedades, corporaciones S y firmas unipersonales). Todas las empresas se beneficiaron con una medida que permitía deducir la totalidad de los gastos por equipos, aunque este cambio no se aplicó a las estructuras. Nuestra investigación predijo un incremento sustancial a largo plazo de la acumulación de capital, lo que generaría alzas considerables en la productividad laboral y los salarios reales. Se predijo que el crecimiento real del PIB sería más alto en un período de diez años, en un promedio de aproximadamente el 0,2% anual. En consecuencia, el efecto de crecimiento previsto era moderado pero duradero.

El otro cambio importante del paquete impositivo de 2017 fue una reducción casi general de las tasas marginales del impuesto a la renta sobre los ingresos individuales. En promedio, la caída en la tasa de impuesto marginal fue de alrededor de 2,3 puntos porcentuales (ajustado a la baja a partir de 3,2 puntos para tener en cuenta la desgravación fiscal reducida de los impuestos a la renta estatales). En comparación, el recorte promedio de las tasas de impuestos marginales fue de 4,5 puntos porcentuales bajo la legislación de 1986 del presidente Ronald Reagan; de 3,6 puntos según los recortes impositivos del presidente John Kennedy y del presidente Lyndon B. Johnson, sancionados en 1964, y de 2,1 puntos según la reforma de 2003 del presidente George W. Bush. Furman y yo estimamos a partir de investigación previa que el recorte del presidente Donald Trump impulsaría el crecimiento del PIB un sustancial 0,9% por año para 2018-19, pero que no contribuiría al crecimiento después. En consecuencia, el efecto previsto de crecimiento era mayor que el de los recortes impositivos para las empresas en el corto plazo, pero menor en el largo plazo.

Cuando computamos el impulso general en el crecimiento del PIB de corto plazo, obtuvimos una estimación del 1,1% por año para 2018-2019. Al sumarlo a un pronóstico de crecimiento de base del 2% (que refleja opiniones de consenso contemporáneas y la historia reciente), nuestro efecto incremental estimado a partir de la legislación tributaria de 2017 implicó un pronóstico de crecimiento real del PIB del 3,1% por año para 2018-19. Francamente, si bien sin duda existe en todo esto un elemento importante de suerte, éste es el mejor pronóstico de crecimiento que recuerdo haber hecho en mi vida. Es más, nuestro pronóstico a comienzos de 2018 de los efectos incrementales de la ley de 2017 contrasta con las predicciones de recesión de muchos economistas.

Por otro lado, tengo una apuesta con un famoso colega de Harvard que ha prometido comerse su sombrero proverbial si el crecimiento del PIB del 3% persiste en un período más prolongado. Me acuerdo de que la apuesta especificaba el período como dos años completos -2018 y 2019- pero él ahora recuerda que se trataba de tres años de 2018 a 2020. Pienso que debe de tener razón, porque nunca pronostiqué un crecimiento económico alto para 2020.

Por supuesto, siempre es posible encontrar razones para explicar por qué un pronóstico resultó errado. Un argumento actualmente popular de este tipo es que la Reserva Federal resultó ser mucho más expansionista de lo que uno habría previsto. De la misma manera, las expectativas de que una guerra comercial con China y otros países atenúen el crecimiento económico –un motivo de preocupación particular para mí el pasado otoño- han mejorado (aunque yo sigo preocupado en este sentido).

Básicamente, una predicción como la de un crecimiento del PIB del 3,1% que Furman y yo anticipamos a comienzos de 2018 debería ser vista como un pronóstico no contingente que siempre puede estar condicionado por un conjunto de eventos no previstos (o encontrar en ellos una explicación). Y, en términos más generales, siempre hay mucha incertidumbre en las tasas de crecimiento anuales del PIB, razón por la cual la precisión de nuestro pronóstico tiene que ser vista como el reflejo de una buena dosis de suerte.

Doy por sentado que un crecimiento económico más rápido es mejor que un crecimiento económico más lento. Lo que sustenta este sentimiento es que millones de personas se benefician de tasas de crecimiento más altas, que suelen estar acompañadas por mayores salarios y menor desempleo, lo que ayuda especialmente a los menos favorecidos. Hoy, sin embargo, la antipatía hacia la administración Trump es tan intensa que muchos, incluidos algunos de mis colegas economistas, están alentando un crecimiento económico más bajo sólo para negarle a Trump una victoria política.

Entiendo este punto de vista, pero sigo pensando que los beneficios directos de una economía mejor compensan este tipo de cálculo político. Más específicamente, los beneficiarios –que incluyen a la mayoría de la gente y a la mayoría de los votantes- deben favorecer un crecimiento más rápido que uno más lento.

 

(*) https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-tax-cuts-boost-economic-growth-by-robert-j-barro-2019-04/spanish  

(**) Robert J. Barro is Professor of Economics at Harvard and a visiting scholar at the American Enterprise Institute. He is the co-author (with Rachel M. McCleary) of The Wealth of Religions, forthcoming from Princeton University Press.