Le ha tocado a usted confrontar una falla en el servicio de internet? Si usted es uno de ellos sabrá que primero tiene que digitar varios números hasta que alguien, que no sea una computadora, le conteste para preguntarle, flemáticamente, cuál es su código, luego su nombre, su carnet de identidad y, finalmente, cuál es su problema.

Si tiene suerte, le dirán que haga unas pruebas elementales con los equipos y, si estas no funcionan, le asignarán un código para una asistencia técnica que, en el mejor de los casos, llegará a su casa y/u oficina en 78 horas. En ese tiempo, usted tendrá que resignarse a tener un servicio de internet tan intermitente como las luces de un arbolito de Navidad y deberá dejar de lado toda posibilidad de contestar correos urgentes y recibir información a tiempo.

Si usted no tiene suerte, debe esperar hasta dos semanas y hasta más -si entre medio existe un feriado- para que le den una hora para la visita técnica. Usted llamará desesperadamente a los números establecidos para consultas encolerizadas y, mientras todo esto ocurre, usted ha perdido miserablemente sus energías, sin ningún tipo de consideración y resultados.

Cuando sorpresivamente el servicio llega, usted debe salir en quinta de la ducha y/o interrumpir sus reuniones urgentes, hacer pasear gentilmente a los técnicos por todas sus instalaciones y recibir unas explicaciones en jerigonza que poco o nada informan sobre el fondo del problema: una señal de internet intermitente y dispuesta a arruinarle sus negocios, sus exámenes, su tiempo y su paz. 

En mi caso ocurrió que uno de los técnicos, sin entender totalmente la causa de la falla en el servicio, comenzó a manipular torpemente los equipos, a hacer especulaciones casi inaudibles-yo diría que en sánscrito- para luego instruir a su subordinado que vaya rápidamente a la movilidad a traer un módem que luego llegó con serias muestras de suciedad y de haber sido utilizado hasta el aburrimiento.

Mi sorpresa fue mayor cuando, sin haber sido detectada la causa, los técnicos llegaron a la conclusión apresurada de que cambiarían ese módem por el mío. Cuando argumenté que me parecía al menos extraño que sin entender cuál era el problema, se pretenda sustituir un aparato por otro de dudosa calidad, ellos replicaron que “son aparatos “desechados” pero que la empresa los ensaya y que una vez comprobado que funcionan, son proporcionados a los usuarios”, para “probar” si de esta forma se superan las intermitencias en el servicio.

En un país donde según cifras oficiales hasta el 2014 el 46,3% de la población tenía acceso al servicio de internet -desde su llegada al país en 1996-, y en 2016 esta cifra se habría incrementado a más del 50%, me pregunto cuál es la razón para que esta prestación resulte, en los hechos, algo tan traumático y con soluciones de asistencia tan precarias. Creo que el tener acceso a un servicio público o privado de internet implica no solo una cifra, sino fundamentalmente, una prestación de calidad.

Las peripecias contadas al inicio de este artículo no tienen nada de exageración y solamente buscan graficar una situación en extremo desagradable, injusta e indeseable con el propósito de abonar el debate. Un debate que debe considerar regulaciones, infraestructura, tipos de tecnología, know how e inversiones para construir una adecuada gobernanza de internet. Por el momento, este servicio no ha dejado de ser un “lujo precario” y no ha alcanzado la categoría de un derecho ciudadano. ¿Me equivoco?


FUENTE : EL DÍA 
AUTORA: VESNA MARINKOVIC