Se ha vuelto concepto común la universalización, sobre todo de la energía. Los Estados del mundo apuestan a mejorar su imagen gestionando el acceso universal de sus ciudadanos a la energía y ello, sin duda, les ha generado algunas simpatías y algunos votos importantes en medio de un mundo que se mueve por obra y gracia de la energía fósil.

Si bien la energía resulta fundamental para casi todos los grandes desafíos del hombre en su meteórica carrera hacia el desarrollo; su generación no ha dejado de ser compleja y complicada debido a las fuentes que utiliza y que contaminan el medio ambiente, como en efecto lo siguen haciendo el carbón y el petróleo. Para decirlo en sencillo: arrasan con bosques, envenenan las aguas y afectan seriamente la capa de ozono de la tierra.

Esta es la paradoja, espeluznante, de la generación de energía que mueve el planeta: las consecuencias con el medio ambiente, con el hombre y su propia historia. La imposibilidad de encontrar formas menos dañinas de generación de energía en la faz de la tierra, nos torna pesimistas pese a todo lo andado en materia de energías renovables.

Los líderes políticos usualmente dicen que es necesario universalizar el acceso a servicios de energía limpios y fiables para lograr un planeta socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible; sin embargo, los esfuerzos no han sido contundentes hasta el momento, pese a las apuestas significativas de algunos países.

Para más colmo, aún hay más de 1.200 millones de personas en todo el mundo que vive sin acceso a la electricidad, en pleno auge de la innovación tecnológica. Es decir, alrededor del 13% de la población mundial, vive sin tener luz en la aldea global; sorpresivamente digitalizada y tecnologizada.

Si a esto le sumamos que aproximadamente 3.000 millones de personas en todo el mundo utiliza combustibles contaminantes para cocinar como  la leña, el carbón vegetal, y estiércol; estamos hablando de que más o menos el 40% de la población mundial se contamina y afecta el planeta, a partir de actividades domésticas como la cocción de alimentos.

Y todo esto es una realidad más allá del discurso de la universalización de los servicios básicos para los habitantes de un mundo con ciudades sobrepobladas, junto a inmensas áreas rurales que permanecen sin el acceso a estos servicios indispensables para que sus habitantes puedan considerarse ciudadanos de este mundo. Esto nos exige decir que toda propuesta, dirigida a construir un mundo sustentable y sostenible, debe ser integral: no puede, solamente, pensar en las fuentes de generación de energía, por ejemplo, y desentenderse de las consecuencias que ello supone para la estabilidad del planeta. 

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, aprobados en septiembre de 2015, como parte de la Agenda 2030, remarcan la necesidad de acceder a la energía de manera segura, asequible, no contaminante, sostenible y moderna para todos. Sin embargo, ha prevalecido la generación-nada segura-más allá de la observancia de cuidar la salud del planeta y estamos saturados con un discurso a favor de la universalización que a estas alturas se muestra vago y sin resultados.

 
FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC

You have no rights to post comments