El Papa ha hecho decir que él “ama las oposiciones”, entendidas estas como rivalidades y/o controversias.

Hace decir, el Papa, que: “ellas no se destruyen; se resuelven en un estado superior”, haciendo sugerir, que estas deben ser resueltas en el plano del diálogo, “en una alternativa al modelo amigo-enemigo de Carl Schmit”. Más allá de la retórica, lo que está diciendo el Papa es que no enfrentará la controversia surgida en la Iglesia a consecuencia del escándalo de pederastia y violaciones sexuales del clero en contra de menores de edad, que tuvieron la mala suerte de ser confiados a la Iglesia de su Santidad.

Habrá que decirle que no está mal resolver los problemas a través del diálogo, por supuesto. Sin embargo, habrá que aclararle, que es inadmisible la tolerancia papal frente a hechos delincuenciales de gran parte del clero universal; amparándose en sofismas y haciendo decir que: “no se puede de modo simplista, dividir el pueblo entre los buenos y los malos, los justos y los corruptos, los patritas y los enemigos del Estado”, utilizando el concepto de que una sociedad sin antagonismos es imposible. Lo malo no está en la diferencia y los antagonismos, sino en la manipulación de conceptos para evadir responsabilidades.

Hace decir, el Papa, que “a tono con San Agustín, estima que ningún proyecto humano es inmaculado” y, seguidamente, para mostrar la “indulgencia” papal, el autor de la visibilización del pensamiento del sumo pontífice, aterriza en la izquierda latinoamericana “porque para él quizá es vehículo del mito histórico-político pueblo, la grey que le contiene”, en lo que parece ser un lenguaje dirigido a ganar adeptos entre la izquierda en tiempos de crisis; mirándola de manera indulgente, cuando ella misma está en aprietos.

“La mente del Papa”, hace decir, en el artículo denominado Las ideas del Papa Francisco desde cuando era Jorge Bergoglio; que el Vaticano es, en realidad, “actor de la diplomacia universal” y, que en este marco, “el Papa es el principal latinoamericano que juega en la liga mundial, cuya posición-admirada o no- interesa, al mundo político”.

Si bien la diplomacia es la gestión dirigida a resolver problemas entre Estados mediante el diálogo y la negociación pacífica; también es cierto que la diplomacia ha ido experimentando niveles de decadencia en atención a que muchas veces se ha caracterizado por ser el necesario arte de la mentira. Si, en este particular caso, el Vaticano alude a la diplomacia para evadir los abusos sexuales de miembros del clero; que no se entienda que los fieles del mundo estamos impedidos de leer bajo el agua y deducir que: “pacificar las aguas”, especialmente en el caso que nos atinge, no pasa por distorsionar los hechos, acudir a la mentira y ser tolerantes con curas delincuentes.

Su Santidad tiene que saber, más allá del dogma y los sofismas, que no sólo el mundo político tiene los ojos puestos sobre él en estos momentos, sino el conjunto de la humanidad; pues, como él mismo hace  decir, “la realidad es superior a las ideas”. La paz y la armonía que él busca engendrar en la Tierra, exige no solamente diálogo para pasar por alto las “oposiciones” o los delitos cometidos por miembros de la Iglesia; no pide siquiera reconducción, demanda un cambio de fondo en la institucionalidad de la Iglesia que se está muriendo. Por tanto, “restaurar la habilidad de tener poder sobre el propio poder”, como hace decir el Papa, no pasa por “habilidades”, pasa por convicciones. Pasa por recuperar la ética y abandonar el discurso distractivo y colocar a la Iglesia en un nuevo tiempo; en tiempos donde el ser humano se ha agotado por tanta mentira, pero donde pese a todo no ha perdido su sentido de ubicación. 

En este marco, los decepcionantes resultados de la denominada “histórica cumbre”, realizada hace poco por la Iglesia, para atender los excesos de miembros de la misma; nos hace decir que estos actos delincuenciales no pueden ser invisibilizados por una estrategia dirigida a buscar la aprobación de la “globalización benigna”, en busca de aleaciones entre filosofía, religión y abominables vejaciones sexuales, a miles de menores de edad, por parte de miembros envilecidos de la curia eclesial. El desafío es separar, judicialmente, la paja del grano sin aspavientos y sin excusas.

 
FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC 

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