La ausencia de combustible es tan explosiva como el propio combustible; la ciudad de Tlahuelilpan en México, acaba de demostrarlo. A esta hora, la tragedia ya no es solo de este poblado de aproximadamente 8.000 habitantes dedicados, en su mayoría, al hurto de gasolina para sobrevivir; la tragedia es del mundo global: nos acaba de mostrar cuán ineficiente es el manejo de la energía en este planeta que tiene siglos y que no ha resuelto sus problemas estructurales más importantes. Entre ellos, el de la miseria y la gestión sostenible de la energía.

Que las personas tengan que dedicarse al hurto de combustible como una forma rutinaria de sobrevivencia ya está mal, sobradamente mal. Sin embargo, el “stablishment” no hace olas; lo ha permitido hasta el límite de la explosión. La visibilización del problema comenzó-apenas y con dramáticas consecuencias-con la determinación del Gobierno de López Obrador de combatir las redes de robo de combustible creadas en las últimas décadas; cerrando varios ductos.

Inmediatamente llegó el desabastecimiento y el cierre de gasolineras a consecuencia de esta medida gubernamental; el sobreprecio, y finalmente la explosión de un ducto de gasolina que estaba siendo “ordeñado” en Tlahuelilpan, Hidalgo; fue la respuesta casi previsible: cientos de personas comenzaron a correr de pronto envueltas en llamas, en medio del fuego, de la angustia y el espanto, en un México que solo en 2017 arrojó 1.064 tomas clandestinas de combustible. Según El País, en total en el último año fueron 12.581 en todo el territorio mexicano. Una más de este país profundamente conflictuado.

Y es que México realmente parece haber inventado la violencia; la violencia del hambre, de la falta de respuestas, del olvido oficial y de esta forma se convierte un poco en la síntesis de América Latina. Obrador ha dicho algo que grafica más o menos esta situación: “Es la población que orillada por la sociedad, opta por estas prácticas”. Sin embargo, es bien probable que el presidente se reponga y luego retorne el olvido y la práctica del robo de combustible será, nuevamente, parte de la historia amarga de los mexicanos.

Al momento de escribir este artículo, el número de personas fallecidas ha subido a más de 90 y hay más de 50 heridos en tanto los medios remarcan que la angustia no ha terminado. En realidad, la angustia ha estado mucho tiempo recalentando su forma de expresarse y el día de la explosión; la mostró en toda su magnitud: era pelear por su vida, por su sobrevivencia pero también reprochando el lado perverso del asunto: la corrupción. Desde dentro de la petrolera mexicana Pemex, hay empleados que eran y siguen siendo parte de este robo de carburantes.

Por tanto, el “huachicoleo”, que es el nombre mexicano del delito que roba el combustible; es apenas una parte de esta cadena de compra fraudulenta y peligrosa de hidrocarburos que, sin embargo, muestra cuán inconsistente es el manejo de la energía en la aldea global y, además, expresa, como una de sus derivaciones; la existencia de un mercado ilegal de compra y venta de gasolina robada, incluso en las gasolineras. Un plan corrupto, que tiene en la pobreza sus mejores soldados. 

Estos soldados buscan ahora, entre los escombros y huesos calcinados; la posibilidad de la vida: sus parientes, sus amigos, sus conocidos, han desaparecido por la fuerza de las llamas y ellos continúan en la espera; hasta que llegue la resignación y nuevamente se rearme el “matrimonio fatal” de la corrupción y la pobreza.

Fuente: El Dìa
Autora: Vesna Marinkovic 



 

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