Los aviones no han sido objeto de veto alguno por parte de los ambientalistas, pese a su importante nivel de emisiones. Se ha calculado que aproximadamente 3,15 unidades de CO2 se libera a la atmósfera por cada litro de combustible quemado por estos artefactos construidos para transportar velozmente a las personas desde que en 1903 se diera por terminado el primer servicio aéreo en Florida, Estados Unidos.

Consiguientemente, la gestión de la energía en el transporte aéreo que diariamente lleva a cientos de pasajeros en vuelos con y sin escalas, es un tema que no ocupa titulares en la prensa aunque hay estudios que revelan algunos esfuerzos realizados por la industria aeronáutica para tener herramientas dirigidas a implementar técnicas más eficientes en el ahorro de  combustible y la reducción de las emisiones de residuos de la combustión en la alta atmósfera, en el marco de lo dispuesto por Naciones Unidas, en materia de cambio climático.

Por el momento y en la cotidianeidad del transporte aéreo y dentro de un entorno altamente competitivo, sería necesario tener una política que controle los costes operacionales en todas las facetas de su actividad. Esta iniciativa debería contemplar, al mismo tiempo, aspectos como la seguridad operacional, las programaciones de las tripulaciones, la operación de vuelo, las cuestiones de ingeniería, el mantenimiento, el estado técnico de las aeronaves, pasando incluso por la gestión del marketing, tan en boga hoy en día como sostén de las actividades de un glamoroso siglo XXI.

La industria aeronáutica por supuesto que tiene sistemas de ahorro de combustible pero estos tienen un fin principalmente de ahorro económico y no precisamente de eficiencia energética, vinculada también a la reducción de emisiones para disminuir los niveles de contaminación que han comenzado a generar preocupación entre las propias empresas privadas que ofrecen el servicio. En este marco, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por su sigla en inglés) señaló que la aviación es responsable del 2% de las emisiones globales de CO2, y que aumentaría a 3% para 2050 de mantener el crecimiento promedio del número de pasajeros hasta ese entonces.

En 2008 se oficializaron las tratativas por instaurar iniciativas vinculadas a la aviación y el cambio climático que también contemplan disposiciones como el control del ruido producido por las aeronaves, ampliando las posibilidades para abordar el tema de la contribución de la aviación al medio ambiente en general.

El Grupo Internacional sobre la Aviación y el Cambio Climático (GIAAC), se ha convertido, consecuentemente, en una instancia coordinadora de los esfuerzos por considerar la incidencia de la aviación en los niveles de contaminación, estudiando medidas para reducir la duración de los vuelos, así como recomendando la mejora de los procesos durante los mismos y en la preparación de estos junto a medidas operacionales; sin embargo, aun hay mucha tela que cortar.

Los expertos consideran por el momento que la incorporación de energías renovables en la aviación, por ejemplo, es un tema que tiene muchos desafíos por delante mientras hay avances en el manejo de biocombustibles, paneles solares y baterías para vuelos comerciales pero gran parte de los avances se han limitado al tema de la construcción de aeropuertos, bajo una visión ecoambientalista. Es posible que la innovación tecnológica de este siglo permita a todas estas iniciativas acompañar un compromiso sostenible de la industria aeronaútica, junto a los gobiernos que deberían romper la dinámica meramente comercial para ingresar en el reto de desarrollar y aprobar combustibles alternativos para la aviación.

FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC 

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