Se ha promulgado la Ley de Etanol y Aditivos de Origen Vegetal 1098, formalizando la apertura en Bolivia hacia los biocombustibles. Esta asignatura estuvo por mucho tiempo en la agenda de los pendientes sobre todo por los temores de provocar reclamos medioambientalistas que continúan señalando que su producción debe ser observada sobre todo en función de los métodos empleados para producir la materia prima y elaborar el combustible.

Estos sostienen que algunos cultivos pueden generar aún más gases de efecto invernadero que los combustibles fósiles. Precisan, por ejemplo, que el óxido nitroso, un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento global unas 300 veces mayor que el dióxido de carbono, es liberado por fertilizantes nitrogenados, utilizados en algunos cultivos que se convierten en materia prima para estos biocombustibles.

Algunos expertos indican, por otro lado, que la emisión de gases de efecto invernadero tiene lugar también en otras fases de la producción de biocultivos y biocombustibles tales como la misma producción de fertilizantes, plaguicidas y combustible empleados en la agricultura, la elaboración de productos químicos, el transporte, la distribución y hasta el uso final.

Ergo, consideran que a pesar de que la producción de biocombustibles sigue siendo reducida en el contexto de la demanda total de energía, si resulta significativa en lo que respecta a los niveles actuales de producción agrícola y exhortan a reconocer, en el proceso, las posibles implicaciones medioambientales.

Por el momento, el Gobierno y los empresarios agropecuarios del país están entusiasmados. El resto de los ciudadanos todavía no ha recibido la información necesaria para tener una postura racional al respecto. El representante de la FAO para América Latina y el Caribe, Alan Bojanic, llegó a la palestra de los biocombustibles señalando, de inicio, que “hasta el 2030 debemos tener claro qué tipo de matriz energética posibilitará un planeta limpio”

Esto quiere decir, para Bojanic, que es fundamental preguntarse si la matriz energética que vayamos a utilizar de aquí para adelante, podrá sustentar las “aspiraciones” de contar con un planeta libre de pobreza, que crezca económicamente, que tenga servicios básicos de calidad en materia de salud y, entre otros, de educación y, que en esta línea, se enmarque en los 17 objetivos de desarrollo sustentable propuestos por Naciones Unidas.

En su disertación durante el 1er Foro Internacional del Gas Petroquímica y Combustibles Verdes Bolivia 2018, realizado a fines de agosto en Santa Cruz de la Sierra, ha dicho que esto tiene que ver con la forma de cómo hacer la transición hacia una nueva matriz energética más limpia que posibilite estas aspiraciones a partir de  incentivos, instrumentos, políticas y compromisos entre la sociedad civil y el Estado.

Esto supondría un “contrato social” dirigido a construir un paradigma energético dentro de un plan integral que conduzca a la cimentación de un planeta mejor. Para ello dijo que era fundamental lograr una articulación entre la seguridad alimentaria, hídrica, ambiental y energética como el marco propicio para encarar una acción favorable hacia la transición. Dejó claro que no se puede pensar solamente desde uno de estos ángulos como, por ejemplo, la seguridad alimentaria en su vinculación con la producción de biocombustibles.

Considera que esto pasa por garantizar, a partir de una matriz energética limpia, una población con alimentos; agua, recursos naturales y energía en forma sostenible y sustentable. En este marco, dijo que los biocombustibles representaban una alternativa importante, pero, al parecer no son la panacea. Reconoció que se trata de una opción compleja y que, sin embargo, bien manejada puede tener resultados significativos en materia de garantizar un mejor acceso a la energía y, sobre todo, en forma más limpia, a tiempo de dinamizar el desarrollo económico.

FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC 

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