Si aún no lo hemos dicho fuerte, hay que decirlo ahora y rápido: China dejó atrás su estrategia de ocultar su fuerza para iniciar un liderazgo a nivel global con toda la potencia del caso. La táctica china de mostrar un bajo perfil ya no condice con la actual visión de su presidente Xi Jimping enfocado en trabajar la gobernanza global. Esto significa que el país asiático ha decidido asumir un rol de liderazgo mundial que hasta hace poco tiempo prefería evadirlo.

Por tanto, es el tiempo de China en el ámbito global y frente a un Estados Unidos disminuido en el contexto de naciones. La estrategia China de “ocultar su fuerza, esperar el momento y nunca tomar la delantera”, para no despertar susceptibilidades, ha quedado atrás y el mundo debe asumirlo hoy como un actor económico imprescindible en las relaciones comerciales a nivel global. 

Despacio pero sin pausa, China ha ido consolidando su posición militar en el Mar de China Meridional; ha construido estratégicamente una Nueva Ruta de la Seda donde ahora participan 73 países de Eurasia, África además de otras regiones, convirtiéndola en una iniciativa comercial de grandes proporciones; y, por si eso fuera poco, ha capturado a gran parte del mundo desarrollado en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, el primer banco de desarrollo multilateral de nivel global, que opera bajo el paraguas de un enfoque marxista-leninista híbrido. 

La visión de Xi es pragmática: ha juntado la visión capitalista de las cosas con un matiz de materialismo dialéctico que lo ha hecho exitoso, en la medida que sostiene que nada de lo que ocurre es una casualidad.

Bajo esta lectura, el ascenso de China, es resultado del decaimiento de Occidente-una coyuntura que ha decidido aprovechar desde todos los frentes-, tanto como de los esfuerzos que este país ha realizado para conseguirlo.

“China ha tenido el mejor período de desarrollo de los tiempos modernos, mientras el mundo atraviesa los cambios más profundos e inéditos en todo un siglo”, dijo Xi cuando el mundo lo situaba como el nuevo rey del orden global, concluido el Foro Mundial de Davos a inicios de 2017, asumiendo el liderazgo de la globalización y del libre mercado, frente a las políticas proteccionistas de Donald Trump.

En esta línea, China tampoco ha dejado de atender la importancia de las relaciones internacionales y a diferencia del pasado, ha ofrecido una política exterior de puertas abiertas; sobre todo en aquellos países que le sirven como mercado y de anclaje político, por su animadversión a Estados Unidos. Bolivia es un ejemplo concreto de esta situación, acicalada por niveles de confianza.

Asumir la agenda Xi parece ser una opción no solo comercial sino también de estabilidad política pues si el mundo ha cambiado de rey, el saber dónde apoyarse parece ser un tema inmediato de seguridad no solo económica sino también política. Lo que no está claro, para algunos por lo menos, es si este nuevo rey pretenderá, como todos, hegemonizar poder, sin mirar las consecuencias. Es decir, por encima de los intereses nacionales de las naciones. Por el momento, Bolivia ha implementado un relacionamiento permanente y de alto nivel con China y lo que queda es evaluar su conveniencia, en el marco de nuestra soberanía como país.

FUENTE: EL DÍA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC 

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