No hay duda de que las redes sociales se han convertido en un excelente termómetro de lo que pasa al interior de cada uno de los países. Sin embargo, no dejamos de percibir que los ciudadanos que se expresan en ellas, muchas veces hacen gala notoria de mala ortografía, pésima sintaxis y casi siempre cero conceptualización de hechos e interpretación de acontecimientos; al punto que, en plena era digital, a ratos da para mirar al costado. Por tanto, pienso que evaluar un país sigue requiriendo algo más complejo que una simple pasada por las redes sociales.

En lo periodístico, me preocupa que un tuit pretenda sustituir, en muchos casos, la entrevista directa con los protagonistas de los hechos. En una entrevista frente a frente; yo disfruto no solo con el sonido de las palabras de mis entrevistados -que aunque a veces son un ruido, generalmente son una melodía- sino que también echo mano de los otros sentidos a mi disposición: el olfato, el tacto, y la vista. Lo mismo puede ocurrir en las conferencias de prensa: observo movimientos de cuerpo, manos, leo miradas y, todo esto, se convierte en un mensaje adicional para enriquecer mis percepciones. Con el tuit, que supone no más de 140 caracteres, me quedo con sabor a poco.

El tuit es un mensaje escrito por dedos invisibles con una cabeza que puede no corresponder a los dedos. Por tanto, pregunto si en todo esto no hay desde una usurpación de funciones, pasando por una apropiación de pensamientos, una teatralización de contenidos hasta un reduccionismo informativo, además de unas inmensas ganas de no querer dar la cara. Yo prefiero, de lejos, la calle, el café, y los espacios donde se pregunta y se reciben respuestas de los actores de la noticia; de frente y sin preámbulos. Para eso no debería faltarnos tiempo; tanto si somos autoridades como si ejercemos el oficio periodístico.

La comunicación es compleja. Sí de por medio tengo demasiada tecnología invisibilizando a los extremos, es decir al emisor y al receptor, esta se hace aún más compleja. Es por eso que la comunicación interpersonal e incluso la grupal, resultan ser las más apropiadas a la hora de entender los acontecimientos pues permiten un mayor intercambio de mensajes; ofreciendo más posibilidades para entender mejor lo que acontece. Proporcionan, también, la posibilidad de diálogo, tan escaso en estos tiempos del reduccionismo tuitero.

Que las redes sociales en general facilitan la vida y la información, sin duda. Pero hay que salir de ellas para abordar el espacio profundo, el análisis, la ruptura y las inflexiones de la vida. Son un instrumento magistral para visibilizar lo que muchas veces ocultan o distorsionan los medios y, “per se”, no son ni buenas ni malas; todo depende del uso que se haga de ellas. Pero, si pretendemos definir el mundo que habitamos solamente a partir de un tuit, además lleno de odio o de imprecisiones tendenciosas; estamos dando pie a un reduccionismo que resulta ser tan nocivo como la sujeción obtusa a la objetividad de la información.

Pienso que informar sin contaminar los acontecimientos es trabajo de gigantes. Buscar contexto, contrapartes y ofrecer la información sin acudir a adjetivos calificativos tan innecesarios como grotescos debería ser parte de la mística comunicacional en estos tiempos de innovación tecnológica. Recurrir a términos como: “animal, ignorante, cavallo, bruto, maricón, cínico, gallo decrepito, neoliveral rasista”, respetando las faltas de ortografía encontradas en las redes, no suma, solamente resta.

Los tuits reducen tiempo y distancia, pero, tienen el peligro de simplificar en extremo la realidad. Un trino no puede sustituir el diálogo, el análisis y la explicación contundente de los acontecimientos. Es, por tanto, apenas la antesala de la información, un indicio, más nunca una información completa. Acostumbrarnos a redactar notas a partir de simples trinos, nos puede llevar incluso a una dramática descomposición de la noticia y a mirar las cosas solo por los bordes; lejos del fondo, de la duda y del contexto.

Por supuesto que me fascina la innovación tecnológica y sus implicaciones en el desarrollo del ser humano y la sociedad; en ese orden. Sin embargo, habrá que reconocer que lo tecnológico no puede limitar el conocimiento, la investigación de los hechos y la posibilidad de introspección en busca de mayores datos y señales para informar de la manera más completa pero sobre todo prolija; lejos de insultos y de una falta completa de aprehensión de la realidad. El mundo comunicacional que construimos, a partir de la tecnología, tiene que ser, desde todo punto de vista, mejor que la comunicación con señales de humo; que daban para todo, hasta para ignorarlas.

FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC 



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