Cuando el mundo pretende volcar su vista hacia las energías renovables como una alternativa para generar energía sin contaminar el planeta, surgen posturas que permitirían afirmar que el aporte de estas fuentes de energía sería apenas de mitigación; en un mundo con una demanda fantasmagórica de energía y que hasta el momento no se ha podido pensar sino en la complementación entre las distintas fuentes de energía.

 

Enrique Birhuett García, en su libro Energía fotovoltaica para ingenieros, indica que si bien una matriz energética que solo recurre a fuentes de energía no renovables, como el petróleo o el gas natural, depende fuertemente de la variación de precios internacionales de estos commodities, no es menos cierto que una matriz energética no puede ser enteramente renovable.

 

Pasando revista a la actual dependencia de los combustibles fósiles en las matrices energéticas, y reconociendo que la electricidad generada a partir de este tipo de combustibles conlleva un consumo que no es sostenible; reconoce que existen factores técnicos que obligan a introducir en las matrices energéticas con sustento renovable, tecnologías de generación de electricidad basadas principalmente en combustibles fósiles, graficando una situación de complementariedad antes que de sustitución.

 

Remarca que la flexibilidad de algunos de estos combustibles fósiles; como el gas que puede ajustarse a las variaciones de las curvas de demanda diaria con mucha facilidad, no siempre es posible lograr si todas las fuentes son de origen renovable.

 

En este marco, agrega que el mayor óbice de las renovables como la eólica y la solar, principalmente, está referido a las limitaciones que estas presentan en el proceso de transformación a electricidad y se remite a la intermitencia y a las condiciones meteorológicas y estacionales, determinadas por los regímenes de lluvia, viento y sol.

 

Para Birhuett, esta alta variabilidad del potencial solar y eólico no permite asegurar la provisión de una potencia firme a las redes eléctricas que alimentan grandes demandas de electricidad, aun instalando centrales solares y eólicas en muchos lugares diferentes.

 

Con todo, aclara que tal configuración de centrales es posible de implementar sobre grandes sistemas eléctricos interconectados. Agrega que si los aportes de estas fuentes renovables son significativos en la matriz energética, esta se vuelve altamente diversificada.

 

Afirma, consecuentemente, que para el caso boliviano, el aprovechamiento solar del altiplano se puede complementar con la producción eólica de Santa Cruz de la Sierra y, al mismo tiempo, combinarse con el potencial hidroeléctrico de la cordillera Andina, asegurando que, en promedio, los aportes energéticos de todas estas fuentes sobre el Sistema Interconectado Nacional (SIN), lograrían tener un impacto real y sostenible sobre la matriz energética.

 

En esta línea, asegura que las centrales hidroeléctricas son una fuente renovable de energía, independientemente de su tamaño, y que tienen la gran ventaja de poder asegurar la potencia firme que requiere cualquier sistema eléctrico, inclusive cuando el recurso hídrico es escaso en las épocas secas.

 

Sin embargo, insiste en que estas centrales no poseen la suficiente flexibilidad para poder seguir, sin dificultad, las variaciones de la demanda diaria. Precisa que, por tanto, estas fuentes requieren complementarse con centrales de generación flexibles que, a su vez, utilizan por lo general gas natural o diésel.  Desde esta perspectiva, parecería que las energías renovables representan, por lo menos por ahora, un mecanismo de mitigación más no una alternativa a la generación de energía altamente contaminante.

 

FUENTE: EL DÍA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC 

 

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