El desarrollo de formas precarias de hábitat en las ciudades de Bolivia debido a la presencia de materiales no permanentes o de desecho en techos, veredas y calles, es una constante. Muchos vecinos arrojan irresponsablemente sus escombros y basura en la puerta de sus viviendas, en la del vecino o en lotes baldíos; como una forma simple de desecho, totalmente alejada de principios de cuidado del medio ambiente, la salud e incluso la ética.

El carro basurero provisto por la Alcaldía solo se lleva, parcialmente, la basura de residuos comestibles; la basura electrónica continúa apilada por doquier y, también, cerca de ríos, riachuelos y lagunas, cuando no están dentro de ellos; contaminándolos irremediablemente. Ergo, el tema de la basura en Bolivia sigue siendo un problema ambiental y de salud pública encarada de manera insuficiente.

En Santa Cruz se ha dispuesto la utilización de bolsas negras para residuos orgánicos, y blancas para inorgánicos en mercados de la ciudad. Sin embargo, esta normativa no se cumple en todos los casos y gran parte del tiempo las bolsas negras, utilizadas por la Alcaldía, mediante sus barrenderos(as), son dejadas en los barrios hasta cuando aparece el primer desadaptado y la desparrama ya sea por dañino o buscando algo reciclable para salvar, muchas veces, su propio vicio. El resultado, sigue siendo la basura dispersa. 

En este proceso de precariedad urbana, los caballos cadavéricos, jalando carretas desvencijadas para el recojo de basura; se han constituido hasta ahora en una especie de “respiro ecológico” para el desecho de basura y escombros. Respiro ecológico solamente porque no consumen combustible alguno más allá de su fuerza. Las condiciones crueles en las que son obligados a operar, no los convierten en una opción sostenible. Con todo, circulan, en medio de su drama y de quien los azota.

No he podido encontrar cifras sobre cuántos caballos circulan en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra que, según datos recientes, genera el 31% de la basura de Bolivia. Sin embargo, esta forma de recojo de basura es ya un modo de vida, frágil pero real, que agudiza el problema de la contaminación ambiental pues solo trasladan la basura de un lugar a otro, habilitando y manteniendo focos de contagio.

Por tanto, el decir que son una opción ecológica es un doble discurso, apenas. Esto no solo ocurre en Bolivia sino también en países vecinos como la Argentina que utiliza alrededor de 70.000 caballos para el recojo de la basura, bajo un discurso ambientalista, en medio del crecimiento precario de las ciudades, en materia de cuidados con el medio ambiente y la salud.

El secretario de Comunicación del Gobierno Autónomo Municipal de Santa Cruz, Jorge Landívar Roca, ha informado hace unos días que se prohibirá en la ciudad la circulación de carretas jaladas por caballos y, sin duda, que ha sido una buena noticia, probablemente la mejor en mucho tiempo. Sin embargo, no sabemos cuál será la alternativa a este “servicio barato y poco sostenible”. Pensamos que se habrá dispuesto una flota de movilidades pequeñas para tal efecto y estamos a la espera de conocer su implementación. 

Ojalá que esta iniciativa vaya de la mano con formas concretas de transformación de la vida urbana, que supone estar en línea con transformaciones político-económicas que apuesten a la erradicación de la pobreza urbana y los malos hábitos colectivos en materia de cómo manejamos la basura, los desechos electrónicos, y los escombros de nuestras construcciones pequeñas o grandes. Se trata, sin duda, de procesos de edificación ciudadana, con un norte claro, proveniente de las autoridades que tienen a su cargo tamaña responsabilidad, así como de las familias, las escuelas, las universidades y los medios de comunicación.

FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC

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