Tener el agua hasta las rodillas de la noche a la mañana no es un episodio cualquiera: las cosas que uno ama se estropean, otras mueren y el dinero no alcanza para reparar las consecuencias de una torrencial lluvia en una ciudad como es Santa Cruz de la Sierra, pese a todo su esplendor. Si es doloroso sentir sorpresivamente ese nivel del agua en medio de la noche, en un barrio acomodado de la ciudad; debe ser indescriptible soportar un caudal mayor, como sigue siendo el caso de Asunta Cesarí, en el barrio California, dramáticamente inundado.

Más allá del trauma, a ella le queda la impotencia y la certeza de que no habrá nadie, absolutamente nadie que le resuelva el problema más allá de la limosna y la atención circunstancial de alguna autoridad. Tiene el agua matizada de bichos y basura invadiendo su propia humanidad hasta cerca de su cintura, e ingresando a sus precarios muebles: los colchones, ya casi inservibles antes de la tragedia, nadan y se anuncian inútiles para la media de la población. Sin embargo, es probable que ella sólo tenga la opción de reciclarlo.

Una foto de El Deber la muestra sujetando, en medio de las aguas, una bolsa con lo que deben ser algunas verduras, mientras el resto de escasos víveres yacen bajo las aguas. Por supuesto que su caso es uno de cientos, en una ciudad con escasa o ninguna capacidad de respuesta para este tipo de situaciones, pese a que recibe un millón de dólares/día por concepto del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH), regalías e impuestos, como departamento productor.

Si estamos conscientes de que el desarrollo urbano altera las condiciones hidrológicas de la ciudad, afectando su capacidad de desagüe y propiciando inundaciones, es prioritario que las autoridades a cargo de la ciudad propicien una red de drenaje que elimine las aguas pluviales de la manera más rápida y eficaz posible, en el marco de una gestión que no sólo hable de costos, sino fundamentalmente de potencialidades y alcances técnicos para la solución eficiente del problema.

Hace un año el municipio de Santa Cruz presentó su plan maestro de drenaje pluvial, estableciendo la construcción de 80 kilómetros de desagüe en puntos estratégicos para ayudar a la evacuación de las aguas en épocas de lluvias. Se dijo que dicho plan preveía que el diseño final concluyera en agosto del año pasado y que la construcción se iniciaría este 2018 para ser implementado hasta el 2022.

Este año se inició con episodios calamitosos en materia de inundaciones en la ciudad y las autoridades ediles no pudieron tener una adecuada capacidad de respuesta a esta situación, nuevamente. Señalaron que estaban buscando financiamiento del Gobierno por alrededor de 800 millones de dólares para implementar, suponemos, este mismo plan maestro de drenaje.

¿No se podría financiar el mismo con los recursos provenientes del IDH? Son abundantes aun, sobrepasan la cifra expuesta por el municipio y tienen la obligación de apuntalar proyectos integrales. Pero, también es necesario saber si este plan incorpora el análisis de fenómenos de tipo hidrológico-hidráulico como, por ejemplo: caracterización de la lluvia; transformación de la lluvia en escorrentía superficial, a fin de obtener los hidrogramas de entrada en la red de drenaje (colectores); y la propagación de estos hidrogramas por la red.

Observar comportamientos como el de Holanda, que ha debido luchar contra las aguas marinas para mantener secas unas tierras que en gran parte están bajo el nivel del mar; podría ser beneficioso no sólo para las autoridades, podría servir, además, para que el conjunto de la ciudadanía exija soluciones integrales a tiempo de aprovechar, como Holanda, las adversidades. Se trata, sin duda, de promover cualidades de formación, recursos, tecnología y, por supuesto, liderazgos de gestión, a la brevedad posible. Las aguas no esperan.

FUENTE: EL DÍA 
AUTORA: VESNA MARINKOVIC




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