Los proyectos de integración energética pueden surgir de una distribución desigual de recursos energéticos y, en la mayoría de los casos, de una clara complementariedad entre los países miembros de una misma región; como puede ser el caso de Bolivia y Brasil, cuando se habla de proyectos de generación hidroeléctrica en la medida que ambos países comparten territorio en aquellos ríos que potencialmente pueden generar energía en base a acuerdos conjuntos y satisfacer objetivos de compra y venta de electricidad.

El crecimiento anual de la demanda de electricidad en Brasil es de aproximadamente 3.000 MW y  mantiene por tanto una alta dependencia de los recursos energéticos importados como el gas boliviano por ejemplo. Esta situación le ha exigido permanentemente generar espacios de acercamiento con Bolivia para abastecer su creciente demanda y eso no es secreto para nadie; la novedad es que entre Bolivia y Brasil se esté consolidando una apertura para finalmente llegar a un acuerdo dirigido a viabilizar la construcción de proyectos hidroeléctricos en los Ríos Madera y Cachuela Esperanza que generarían 3.700 megavatios (MW)  y serían trabajados de modo binacional por Bolivia y Brasil.

“Avanzamos en el cumplimiento del mandato que nos dio el hermano presidente Evo Morales de consolidar los proyectos hidroeléctricos, puesto que estamos trabajando entre ambos países la firma de un memorándum de entendimiento para realizar el estudio de prefactibilidad, diseño final y construcción de los proyectos hidroeléctricos”, dijo a la prensa el ministro de Hidrocarburos y Energía, Luis Alberto Sánchez a tiempo de confirmar que se está trabajando en un memorándum de entendimiento.

En esta línea y si bien los países que demandan electricidad están exigidos a establecer estrategias de abastecimiento; los países que cuentan con fuentes energéticas que superan sus requerimientos internos, también están obligados a realizar un uso inteligente de sus recursos y beneficiarse de los procesos de integración, sin arriesgar sus recursos ni su soberanía. La integración, en este marco, se convierte en un instrumento de apoyo a la complementariedad energética de los países que naturalmente tienen mayor proximidad y disponibilidad de los recursos que son objeto de interés mutuo. En el caso que nos ocupa, el agua.

Pero está claro también que una cosa son los perfiles de cada uno de los países de la región y otra, muy distinta, la forma en cómo se negocian los acuerdos binacionales de integración. El materializar acuerdos no siempre ha sido fácil y puede tratarse de un largo camino que exige no solo de la disponibilidad de recursos compartidos, sino de una clara perspectiva de integración y de una fuerte voluntad de los gobiernos para traducir las buenas intenciones en acciones concretas y de interés compartido.

Por el momento, estamos seguros de que la asignatura más compleja para estos dos países, tiene que ver con el tema medioambiental que viene aparejado de manera negativa a la historia de las hidroeléctricas y traducido en un rosario de resistencias. Los elevados montos de inversión no dejarán de ser otro tema que mantenga en vilo la atención binacional y, con seguridad, los beneficios concretos que dejara esta iniciativa para Bolivia que busca convertirse en un centro energético del Cono Sur; que no solo exporte gas sino también electricidad. Sin duda que estamos hablando de un tema de interés nacional que amerita la atención y la probidad del caso.


FUENTE: EL DÍA

A
UTORA: VESNA MARINKOVIC

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