Uyuni, la denominada “ciudad benemérita” o “Hija Predilecta de Bolivia”, ubicada en esa imponente altiplanicie del oeste boliviano, se crea por desesperación, en 1888. De otra forma, probablemente, no la habrían fundado en esa pampa salitrera ancha, fría, árida, ventosa y ajena a todo el resto del país. Después de la Guerra del Pacífico, la clase dirigente, apesadumbrada tras sus derrotas, termina aferrándose a la idea de la comunicación ferroviaria para conectar Bolivia al Pacífico.###


Vesna Marinkovic U.

Uyuni, la denominada “ciudad benemérita” o “Hija Predilecta de Bolivia”, ubicada en esa imponente altiplanicie del oeste boliviano, se crea por desesperación, en 1888. De otra forma, probablemente, no la habrían fundado en esa pampa salitrera ancha, fría, árida, ventosa y ajena a todo el resto del país. Después de la Guerra del Pacífico, la clase dirigente, apesadumbrada tras sus derrotas, termina aferrándose a la idea de la comunicación ferroviaria para conectar Bolivia al Pacífico.

Fue ese mismo año, durante el Gobierno de Aniceto Arce, hombre entrañablemente vinculado a la minería, cuando se establece que las líneas del ferrocarril ingresen desde la frontera chilena hasta un punto casi perdido de la meseta andina denominada Uyuni, para llevar el ferrocarril a las minas de Pulacayo y Huanchaca y desde allí continuar hasta la ciudad minera de Oruro (Querejazu Calvo, 1989).

El objetivo estaba claro: abaratar la exportación de la plata de las minas de Aniceto Arce. Más tarde, en 1889, la administración del ferrocarril fue vendida a la compañía inglesa que fungía bajo el nombre de “The Antofagasta and Bolivian Railway Company”, a excepción del tramo Uyuni- Pulacayo.

En ese trance, cuando según Carlos Montenegro el país había perdido la intuición de su destino, fundan Uyuni, un 11 de Julio de 188. Además de su situación geográfica; de puente entre Bolivia y Chile, le ayudó la existencia de importantes riquezas mineras en sus proximidades, que atrajo el interés de propios y extraños. Muchos hombres llegaron, abrieron senda, inauguraron vetas y administraron el negocio creciente de un pueblo-campamento que acababa de nacer al calor de la minería.

De esa forma es que esta planicie inhóspita se fue poblando de importantes firmas comerciales que abrieron rápidamente sus sucursales. También llegaron las agencias aduaneras, los administradores de correos, así como la jerarquía menor indispensable para sostener el Banco Central de Bolivia, con sus mujeres avergonzadas de tener que vivir en un pueblo distante de todo tipo de veleidades. Entre medio, llegaron efectivos militares, médicos, enfermeras, profesores de provincia y también prostitutas.

Con la tortuosa puesta en marcha del ferrocarril, que duró aproximadamente 18 años, se fue sustituyendo poco a poco el tráfico de arrieros que, pasando por Uyuni, transportaban desde banqueros, minerales hasta sal y whisky escocés de contrabando; al paso lento pero persistente de mulas y llamas, como en los mejores tiempos de la Colonia, sin doblegarse ni un milímetro, pese a las inclemencias del clima.

Los trenes, repletos de minerales y de contrabandistas, no significaron cambios fundamentales en el negocio del ingreso ilegal de productos de consumo y/o la exportación de “comodities”. Uyuni es, por tanto, un pueblo que debe su fundación a la crisis del salitre, a la angurria de los chilenos por el cobre de Chuquicamata y, Montenegro diría, a la circunstancia de contar con “una clase directora, incurablemente propensa a enajenar el patrimonio público en provecho del exterior”.

Consecuentemente, su presencia podría equipararse hoy y, con las distancias del caso, a los pueblos que aparecen, se fortalecen o se pierden, a partir del negocio de los recursos naturales.

CIUDADANOS DE TODAS PARTES
En efecto, la progresiva llegada a Uyuni de ciudadanos de todas partes: croatas, árabes y también bolivianos, provocada por la actividad minera y la puesta en marcha del ferrocarril, acrecentó algunas demandas impensables en otra coyuntura.

La administración del ferrocarril, por parte de “The Antofagasta and Bolivian Railway Company”, supuso la llegada a Uyuni de ingenieros y técnicos ingleses para administrar las líneas férreas en todo el sector de esta pampa salitrera.

Su presencia posibilitó la construcción de un club privado de tenis, del teatro Municipal; al estilo belle époque, de un reloj emulando el Big Ben de Londres así como las condiciones necesarias para habilitar la vida de los recién llegados y lograr que estos extrañaran menos sus lugares de origen y respondieran, en esas latitudes, a las demandas del mercado.

En los almacenes de la Huanchaca, la mina de Aniceto Arce, se vendía vajillas de porcelana china, vasos de cristal de Babiera, pasando por todo tipo de conservas, chocolates, pastillas y galletas inglesas de renombre internacional. Como en todo campamento de la industria extractiva; sus recursos humanos fueron provistos de la infraestructura suficiente para evadir lo inhóspito del paisaje y las magras condiciones climáticas del altiplano.

Las damas inglesas, esposas de los ingenieros de la Railway, jugaban brige y organizaban sus recepciones sociales, al puro estilo británico; también en Pulacayo, donde se gerentaba los intereses de Arce y posteriormente de la “Patiño Mines”. No escaseaban los abrigos de piel, las marthitas de visón y los atuendos a la moda parisina que, aunque con varios meses de atraso, llegaban en memorables baúles que yacen en los anticuarios de algunos centros urbanos del país, sin vestigio alguno de su origen.

SILENCIOSO E IMPERTÉRRITO
Por tanto, el pueblo de Uyuni, silencioso e impertérrito, si bien no dejó de ser un villorrio de unas cuantas almas, tampoco dejó de tener una infraestructura básica, indispensable y hasta a veces impensable, donde destacaban algunas casas bien dispuestas para soportar el frío casi glacial en esta altipampa a 3.670 metros sobre el nivel del mar.

También se dispuso la construcción de un edificio para la burocracia estatal de la Alcaldía, de precario estilo colonial. Con el tiempo, el pueblo fue cayendo en el olvido hasta que hoy, y al calor de la majestuosidad del Salar y de sus importantes reservas de litio, esta especie de campamento minero emergente; ha comenzado a lucir distinto.

El sobrio reloj se ha teñido de colores chillones y de globos que le quitan su función básica de dar la hora y el pueblo se escucha estridente por la música chicha de los parlantes colocados en las puertas de algunas tiendas. Actualmente y para sus dimensiones, Uyuni está casi superpoblado por turistas de todas partes del mundo,en busca del salar más bello de la tierra.

Algunas de las casas de trazo colonial, con sus varios patios y sus enfarolados, típicas del 1800 y que emergieron estoicas; han sido deformadas por algunos arquitectos de la modernidad. En su lugar, han proliferado cuartuchos para instalar karaokes que ahora albergan a turistas de todos los colores. Las canchas de tenis de la Bolivian Railway Company, junto a las casas de los extranjeros que la administraban, lucen como “ruinas románticas” del tiempo vinculado al apogeo de la minería en el país.

Uyuni ha quedado como la mayor expresión de un pueblo que ya no es el de ayer aunque, igual que ayer, no logra la atención permanente del poder central, a excepción de momentos cumbre como el que se desprende de la decisión de industrializar el litio y/o la realización del Rally Dakar.

Sus anchas calles de tierra y veredas de piedra, como trazos de avenidas desiertas, que nunca se terminaron de construir; son un testimonio de una modernidad inconclusa. Es un pueblo telúrico Uyuni; en las tardes, a la hora del Angelus, el cielo se pinta de rojo, “como en los primeros tiempos de la creación”, decía Adolfo Costa du Rels, y nos invade de eternidad.

CEMENTERIOS DE FIERRO
Los trenes de la Railway contaban con vagones de primera, segunda, y tercera clase y, además, tenían acoplado un Reservado; un paradisiaco vagón de tren colocado inmediatamente después de la locomotora a vapor, exclusivamente dispuesto para los ejecutivos ingleses que viajaban a la costa. Una especie de antecesor de las “Hummer” que hoy transportan a los “CEO” de las petroleras.

Estos Reservados eran un departamento completo sobre ruedas, tenían una sala de living-comedor con un fuerte sello de club inglés: sobrio y acogedor, los mullidos asientos eran de cuero café oscuro, emulando el estilo vintage, al igual que el resto de los muebles, atornillados al piso o a las paredes del tren, de acuerdo a su función. Algunos de ellos eran plegables, como las camas, para economizar espacio, mientras unas delicadas lamparitas de bronce iluminaban tenuemente el ambiente.

Estos lujos emergentes de la minería, lucen hoy cadavéricos en el denominado cementerio de trenes de Uyuni, exhibiendo su pasado en medio de fierros oxidados y retorcidos por las inclemencias del tiempo, la intemperie, y el olvido, después de soportar, imperturbable, ser el proyecto de conexión ferroviaria más importante del país, desde 1873 hasta 1889, para facilitar el tránsito de minerales hacia el exterior.

LA EMERGENCIA DEL LITIO
Hoy está siendo sistemáticamente invadido por su proximidad al salar más grande y alto del mundo y que ha despertado el interés internacional a partir de sus reservas altamente significativas de litio, conocido como el metal del futuro.
El litio comenzó a ser parte de la agenda pública nacional, durante el Gobierno de Jaime Paz Zamora, en 1989. Cuando la empresa Lithiun Corporatión estaba a punto de adjudicarse el negocio del litio en el país, Potosí, con Uyuni a la cabeza, se opuso a su realización y se dio un debate largo que se extiende hasta hoy cuando aun se habla del hecho de que la posesión de reservas de litio será, en breve, el equivalente a ser miembro de la OPEP, y se continua contabilizando los salares que poseen las mayores reservas de carbonato de litio y se monitorea con cierto afán la producción mundial de este metal destacándose Chile, con el aproximadamente 44%; Australia, con el 25% ; China, 13% y Argentina, con el 12 %.

Se informa, profusamente, que son tres las empresas que controlan casi el 80 por ciento de dicha producción y que los salares de Chile, Argentina junto al de Uyuni, en Bolivia, contendrían el 85 por ciento de las reservas mundiales de litio mientras algunos analistas no dejan de inquietarse frente a la posibilidad de que esta concentración geográfica de reservas convierta a la región en una nueva zona de conflicto permanente como en los países árabes que detentan petróleo.

El futuro de Uyuni, en este contexto, puede ser una reedición de lo que ocurrió a partir de la explotación y comercialización de la plata, es decir, constituirse como un nuevo campamento, al amparo de la economía del litio, sin alcanzar su verdadero desarrollo, para luego retornar a su silencio de siglos.

CARAVANAS
El ferrocarril sustituyó lentamente, el tráfico de arrieros y carabanas de mulas y llamas que transportaban desde banqueros hasta minerales pasando por productos del altiplano como la sal, para cambiarlos por otros de los valles y viceversa. Uyuni está situada al sud oeste de Bolivia, es la ca- pital de la provincia Antonio Quijarro, del Departamento de Potosí. Cuenta con una población de 20,404 habitantes estimada para el año 2010.