América Latina ha sido fecunda en materia de crear organismos de integración en la búsqueda de articular un mercado común latinoamericano que derive posteriormente en una integración económica. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), es uno de los muchos ejercicios al respecto que han surgido y han fenecido casi con la misma lentitud pero de manera inevitable junto con el CARICOM y la ALADI.

Con todo y como respuesta a un mundo unipolar, diferentes regiones del mundo han persistido en formar bloques económicos dirigidos a establecer relaciones comerciales en principio pero sin perder de vista la integración política, lo cual ha generado, siempre, muchas esperanzas, más allá de lo ideológico.

Podría entenderse, entonces, que la integración entre países afines, con objetivos y problemas comunes, está obligada a producir beneficios también comunes y a fortalecer a los países bajo el paraguas de su integración. Por tanto, la importancia de alcanzar una alianza latinoamericana que privilegie mejores niveles de desarrollo humano entre su población y, entre otras cosas, redistribuya la riqueza y busque un manejo eficiente de sus recursos naturales así como el respeto y la recuperación de sus ecosistemas, no ha dejado de estar en agenda, pese a todo.

En este marco, la conclusión de la XII Cumbre de Petrocaribe, que se presenta como un acuerdo energético de integración, no ha pasado desapercibida sobre todo después de que el grupo de jefes de los Estados miembros asistentes firmara acuerdos de cooperación resaltando la incorporación de Guatemala y Honduras como miembros activos, además de la aprobación del inicio de las labores para constituir la zona económica del grupo.

El objetivo fundamental con el que nace Petrocaribe en junio de 2005 es contribuir a la seguridad energética, al desarrollo socio-económico y a la integración de los países del Caribe, mediante el empleo soberano de los recursos energéticos, todo esto basado en los principios de integración denominada Alternativa Bolivariana para América (ALBA).

Es de esperar que esta iniciativa de integración no se contagie del burocratismo y/o del desmesurado interés por hegemonizar de los más grandes-imperante en la mayoría de las experiencias integracionistas en América Latina-, y coadyuve a la materialización de su objetivo en forma equitativa, equilibrada y eficiente, en el marco de acuerdos y gobernanzas de alto aliento.

Para ello será fundamental que logre convertirse en un verdadero espacio democrático de coordinación y articulación de la política energética regional, tal como establece su propio acuerdo de principios. Por el momento, corresponde mesura alrededor de sus expectativas y desafíos esperando que la expectativa generada se traduzca principalmente en una gestión eficiente y eficaz, a favor de la gestión responsable de los recursos energéticos en la región.

Vesna Marinkovic U.

FUENTE:
http://www.eldia.com.bo/index.php?cat=363&pla=3&id_articulo=116706