Qué cree usted que siente un periodista cuando trata de poner en estructura de noticia toda esa elocuencia -a veces sin sentido- que escucha mientras recaba información? Sufre una especie de arrebato súbito, pues no resulta fácil oír repentinamente verdades de Perogrullo, viniendo de actores importantes de la arena política, económica, cultural y social, y tener que contarlas como noticia; degradando, en ese proceso, la esfera noticiosa a un ámbito casi circense, inaudito, reprochable.

Lo que nos cuentan de pronto es tan evidente, o tan trivial, que seguramente muchos de nosotros -los periodistas que nos queremos tanto- hemos sentido alguna vez el inmenso deseo de utilizar el micrófono o la grabadora como arma contundente para acabar con tanta trivialidad y, sin embargo, oficio obliga, hemos debido pasarla al formato de noticia y socializar afirmaciones apodícticas, con ayuda de la tecnología mediática, dejando nuestros remilgos y nuestra bronca en algún basurero no desconocido.

Sin duda que tenemos el recurso de las comillas para al menos relativizar sandeces o para- sutilmente- decir, en muchos casos: “mire usted lo que dice este comediante insulso”. Sin embargo,  mucha gente que lee esos textos o escucha esos discursos, se traga el San Benito y eso es lo inaudito: que, sin querer queriendo, estamos contribuyendo, con nuestro oficio, a contaminar el ámbito noticioso con boberías.

Por suerte, en la otra orilla, la de los receptores, también hay quienes se indignan por tanta parodia y despotrican en contra de lo que estos comediantes dicen en los medios. Todo esto me dice que ya va siendo tiempo de mirarnos con lupa y reconocer que, muchas veces, le hacemos el juego a estos charlatanes a sueldo al reeditar mentiras, mediocridades e imprecisiones, a título de información.

¿Deberíamos protagonizar la rebelión de los medios? Puede sonar jocoso, pero si pudiéramos hacerlo, los “escribidores por encargo” y/o los “peones" guiados solamente por el “rating” para lograr titulares de infarto, con cero de investigación y responsabilidad, deberían ser una especie en extinción. Pienso que romper con la banalidad informativa es un primer gran desafío en tiempos de notas livianas y programas televisivos de mediocridad y ruido inacabable.

Ergo, el periodismo es un oficio complejo aunque no podría haber otro que me guste más, en lo personal. Con la “mea culpa” que me corresponde, debo decir que es deplorable que, en tantos años de ejercicio, no hubiéramos hecho más esfuerzos para rescatarlo de las garras de esos majaderos que nos deben ver con cara de insomnio y nos cuentan bobadas; y también es inaudito que no nos hubiéramos liberado de ser, en muchos casos, “periodistas halcones” que, abriéndonos paso a codazos, buscamos espectacularizar la información, pretendiendo un barniz de “modernidad”.

En una especie de retorno a la nada, voy a terminar con algunos fragmentos de Tres poesías, de Nicanor Parra: “Ya no me queda nada por decir” / “Todo lo que tenía que decir / Ha sido dicho no sé cuántas veces”/ “He preguntado no sé cuántas veces / Pero nadie contesta mis preguntas.” Son tiempos de huracanes y, claro, hoy más que nunca es probable que estas palabras se las lleve el viento.....

FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC