Comprar caballos en Bolivia no es precisamente un hobby, tampoco es una opción ecológica para faenas cotidianas que impliquen menos contaminación. Para muchas personas, marginadas de procesos sociales y planes de desarrollo, el caballo se ha convertido en un medio de vida triste y sin proyecciones de futuro.###

Los caballos en Bolivia no son una opción ecológica, contaminan



Vesna Marinkovic U.

Comprar caballos en Bolivia no es precisamente un hobby, tampoco es una opción ecológica para faenas cotidianas que impliquen  menos contaminación. Para muchas personas, marginadas de procesos sociales y planes de desarrollo, el caballo se ha convertido en  un medio de vida triste y sin proyecciones de futuro.

En la Bolivia de este siglo XXI, el caballo, que llegó intrépido junto a los españoles, en el segundo viaje de Colón a estas latitudes; ha  terminado siendo principalmente un medio de transporte barato, el más barato, para liberar escombros, basura y elementos tóxicos.

Ya no infunde temor, como en los primeros días de la colonización española, cuando era utilizado para mantener “a raya” a los  indígenas originarios. Ahora los caballos están mayormente domesticados y algunos lucen cadavéricos en las calles y avenidas de  ciudades como Santa Cruz: transportan despojos y la propia miseria de quienes los apuran, látigo en mano.

Su paso sobre el asfalto ni siquiera pretende ser competitivo en medio de cientos de ruidosas movilidades que han superado con  creces sus niveles de velocidad y de contaminación ambiental. Los caballos que arrastran pesadas carrozas; apenas logran avanzar, entre su propio vértigo, la confusión y la angustia de quienes los conducen frenéticamente, sin pausa, en ciudades cada vez más  caóticas.

MULADARES PÚBLICOS
Sus lugares de descargo son, generalmente, muladares públicos, abandonados por la Honorable Alcaldía Municipal, a donde llegan evadiendo el escaso control para redimirse de su pesada carga. Ahí dejan escombros, llantas, basura y todo tipo de desechos que luego el viento y el fuego se encargan de rehubicarlos y transformarlos: migran y se vuelven, muchos de ellos, gases tóxicos.

Resignados y estoicos esperan, en pleno sol, lluvia, viento o frío nocturno, a que sus dueños vacíen la basura y luego se escucha su  triste taconeo, retornando a recoger más escombros; si la suerte acompaña a sus “patrones”. Así será hasta el día que mueran de  pie, igual que los árboles.

 

EL VICIOSO CÍRCULO SIN ATENCIÓN
La cadena de contaminación en la que involuntariamente participan estos caballos ocurre desde el momento en que espacios públicos son abandonados del control institucional y se convierten en basureros públicos, a donde acuden los caballos comandados por sus  dueños para descargar remanentes de todo tipo.

El transporte de carretones jalados por caballos se ha convertido en un medio de vida para muchas personas marginales en Bolivia donde según el último informe de Naciones Unidas y el Ministerio de Planificación, el número de pobres moderados ha disminuido de  5,7 millones de personas a 5,2 millones entre 2005 y 2009, pero, aún viven en extrema pobreza 7 millones de bolivianos.

La pobreza, haciendo gala de su imaginación, explota este tipo de transporte que, en Bolivia, no es un hobby y ni siquiera una opción  ecológica, como han pretendido algunos vecinos del suburbio de Schaerbeek, un barrio de la capital belga, en Bruselas;
apostando por el transporte equino para evitar la contaminación provocada por los carros basureros.

En Bolivia, los carros tirados por caballos contaminan. Son parte involuntaria de la cadena de contagio ambiental en la medida que  ayudan a acrecentar los basurales públicos; contribuyen a que los mendigos, pandilleros o cleferos, quemen llantas depositadas por los dueños de los carretones y; finalmente, porque en medio de su precariedad y zozobra, desparraman escombros y basura por donde pasan.

Hasta donde se sabe, los gobiernos municipales de los departamentos que presentan esta situación en Bolivia, como Santa Cruz, no  han tomado cartas en el asunto ni han establecido un programa integral, prohibiendo la recolección de basura por medio de carretas  remolcadas por caballos o burros. Tampoco se tienen una postura contundente al respecto desde instituciones ambientalistas y de  defensa de los animales.

 

” BIEN NO MÁS ES”
“A veces se gana, otras veces no tanto”, aseguró don Benito, como dijo llamarse el dueño de una carroza arrastrada por un caballo  cadavérico, parada cerca a unos lotes baldíos, en el cuarto anillo. El caballo estaba en la sombra, esperando taciturno el retorno de  su dueño que había ido hacer sus necesidades fisiológicas en medio de los matorrales del lote donde rato antes había descargado su  cargamento de escombros.

“Estoy esperando a mi marido, a él puedes preguntarle”, masculló su compañera que estaba al lado del caballo, esperándolo. No  quiso contestar las preguntas que se le hicieron como al descuido; y lucía abotagada, probablemente por el calor y los efectos del  alcohol en su organismo.  Tenía los ojos como inflamados y un claro tufo a alcohol.

Don Benito tenía el claro acento del occidente y, sin embargo, cuando hablaba se le mezclaban algunos acentos del oriente: “Bien no  más es, hay días que se gana como doj mil peso, otros nada siempre”, dijo visiblemente apurado, como temerosos a que lo  encuentren descargando sus miserias y le pasen una multa.

Cuando partió junto a su esposa, sumisamente colocada a su izquierda, sólo había quedando retumbando la última respuesta del  dueño de la carreta cuando se le preguntó qué comía su caballo:”Chalas de choclo, le compramos en el abasto y, pasto también  come, pero ésta yegua se va a morir pronto, mucho orina, parece que ha tenido un golpe fuerte”.

Según los expertos en criar caballos, recomiendan permitirles el acceso libre y permanente al agua y a la sal, no dejar que les falte  pasto, heno o paja y que también se los alimente con hierba, frutas y verduras, casi todos los días. La historia de la mula que ha sido  captada por la cámara fotográfica de la revista es, sin duda, una historia distinta.