La infraestructura, especialmente aquella vinculada al transporte, ha sido un factor siempre crítico en América del Sur. Las recomendaciones de los organismos internacionales han estado sistemáticamente en la línea de señalar la importancia de mejorar los ritmos de inversión en infraestructura en una región donde se afirma que el mayor retraso se debe a la calidad del transporte ferroviario.

En lo que va de esta última década, la situación no ha sido muy diferente. Con todo, el reciente informe de CAF señala aportes importantes en este rubro especialmente  en Bolivia que durante 2016 ha priorizado el financiamiento para infraestructura vial, de acuerdo a un reciente informe del Banco de Desarrollo de América Latina.

La institución señala que durante la gestión 2016 ha aprobado operaciones a favor de Bolivia por 564 USD Millones, de los cuales el 81% (USD 456 millones), correspondió a operaciones de riesgo soberano y el 19% (USD 108 millones) a operaciones de riesgo no soberano y de cooperación no reembolsable.

CAF indica que, en este sentido, se aprobó un préstamo por USD 220 millones para la carretera El Salto-Monteagudo y los Túneles Cazaderos y Cazaderitos –parte de la Diagonal Jaime Mendoza– para coadyuvar en la integración de Oruro, Potosí, Chuquisaca y Santa Cruz, precisando que este corredor vial, desde el punto de vista de ingeniería, es uno de los más avanzados que se construye en el país.

Estos datos darían cuenta del soporte brindado por CAF es parte de una dinámica dirigida a apuntalar el desarrollo sostenible y la integración en la región para que, entre otras cosas, se reduzca la alta concentración en exportaciones de materia primas y la dependencia de las cambiantes condiciones del entorno económico internacional, afianzando una transformación de la economía, que mejore su productividad, agregue valor a las ventajas comparativas nacionales y aumente la inversión en todas las formas de capital: humano, social, natural, físico, productivo y financiero.

Aunque hasta el momento la tendencia ha sido más bien a invertir en infraestructura para facilitar precisamente el tránsito de los recursos naturales desde economías altamente extractivistas, el discurso y la gestión a favor de mejores perspectivas en América Latina aparentemente ha sido resuelto.

Sin embargo, cabe esperar que las tareas en esa dirección guarden relación con las alocuciones públicas y con las expectativas al respecto y que la canalización de los fondos tengan el destino correcto para su implementación en dirección a no solamente construir infraestructura para transportar recursos naturales sino productos derivados de nuestras materias primas con valor agregado.

Bolivia no ha superado aun la fase de la exportación de materias primas sin transformación y parece ser que el tránsito hacia esa condición es bastante complejo. Actualmente el gas no ha dejado der ser el negocio más importante del país y cualquier modificación en el mercado mundial de este combustible no dejara de afectar la economía nacional. Una política inteligente parece ser la estrategia aconsejable, en medio de una situación de crisis objetiva.

FUENTE: EL DÍA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC