El camino del poder está plagado de buenas intenciones, de discursos interminables para adormecer a las multitudes pero también de una muy buena gestión del comercio y las finanzas. Los fenicios han sido los más destacados en mostrar la importancia del mercado en la vida de los Estados y desde esas épocas a los días presentes, muchas cosas no han cambiado a la hora de ejercer el poder.

Los políticos pueden decidir la guerra o la paz, sin embargo, quienes en el fondo definen la supervivencia o la muerte del sistema son los jerarcas de las altas finanzas. Un ejemplo de ello ha sido la reciente reunión del G-20 donde, más allá del aislamiento de Trump por su rechazo al acuerdo climático; los consensos alrededor del libre comercio ocuparon gran parte de la cita. 

Este escenario ratificó que la política proteccionista, sustentada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump,  está planteando una relectura del comercio, junto a la propia Organización Mundial del Comercio (OMC) que ha formulado nuevas barreras a las importaciones; situando a la economía en un lugar estratégico de la geografía y la política.

Al momento, la discusión sobre si la globalización está aumentado el poder de los mercados y reduciendo el de los Estados no ha concluido. En muchos países ni siquiera se ha formulado adecuadamente este debate y sigue siendo urgente consensuar nuevas reglas de juego para el mercado mundial y evitar que de la cooperación comercial se transite al conflicto.

Los expertos como Paul Krugman permiten señalar que este tránsito depende de profundos cambios en el equilibrio del poder, dentro del sistema económico y político internacional y de la adaptación de los países a dichos cambios. Por lo tanto, considero que dentro de la situación de nueva crisis global que enfrentamos, parece importante aludir a estas situaciones con el objetivo de promover la discusión alrededor del comportamiento del comercio internacional.

Los debates actuales al respecto aluden a la importancia de estudiar los desarrollos conceptuales e impactos producidos por la globalización, nuevos conceptos, variables culturales, económicas y sociales que aportan a la dinámica de los mercados, para entender de manera “minimalista” su comportamiento, en palabras de Krugman, que incorpora precisamente la importancia del espacio geográfico, a la hora de vigilar lo que pasa en las esferas del comercio mundial.

Por el momento, la premisa de tener un comercio libre ha sido la base del comercio global, desde la Segunda Guerra Mundial, pero, está claro que muchos de los países desarrollados como Estados Unidos, por ejemplo, han comenzado a verse perjudicados por la globalización, caracterizada fundamentalmente por la reducción gradual de las barreras comerciales, planteando medidas proteccionistas.

La lógica que alimenta la visión Trompiana es que el libre comercio ha permitido no solo ganadores sino también perdedores y que es hora de enmendar esta situación con un ritual que mire hacia adentro de las fronteras y, al parecer, alcanzar un mayor monopolio del comercio global, mientras se observa que las fuentes de trabajo pasan por una gran reducción e inestabilidad.

Pese a la importancia que va cobrando el avance de la tecnología para enfrentar el cambio climático, planteando “una nueva era” en el comercio global, vía el fortalecimiento de las energías renovables; la visión de Trump, de restaurar las minas de carbón, como una forma de incrementar las fuentes de empleo, no deja de ser una alternativa que ha generado expectativas, llevándolo a la presidencia de Estados Unidos.

Si bien las renovables han incrementando las posibilidades del empleo, a partir del uso de la tecnología en la generación de energía con menor riesgo de contaminación para el planeta, el dilema medioambiental no ha concluido, mientras las relaciones de poder continúan estructuradas en función de términos de intercambio, con la mirada puesta en los mercados globales.

FUENTE: EL DÍA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC