La historia de la Escuela de Fráncfort, que surge en 1924 como el Instituto para la Investigación Social, es la historia de la teoría crítica de un momento determinado de la sociedad en su conjunto. Se trata, por tanto, de un esfuerzo dirigido a caracterizar de manera interdisciplinaria una época, analizando el origen y los discursos de los procesos sociales en curso, traduciéndose en el mayor legado de este referente importante de las ciencias sociales.

Esta Escuela, que para muchos es ahora una especie de dinosaurio teórico, tuvo el soporte de pensadores de la talla de Marx Horkheimer, Teodoro Adorno, Walter Benjamin y, entre otros, de Jurgen Habermas, uno de los filósofos más conocidos de esta iniciativa en la actualidad y cuyos aportes marcaron senda principalmente en el paradigma de la historia de la recepción, en varios estudios sobre comunicación.

Como todo proyecto tuvo sus luces y sus sombras. Un ocaso, retornos y legados que hoy nos permiten, por ejemplo, plantear la necesidad de caracterizar el mundo que actualmente transitamos, para encontrar un orden que surja del proceso social en curso en esta parte de la historia de la humanidad profundamente vinculada al desarrollo tecnológico. Una sociedad, por tanto, que se mueve a partir de otros paradigmas y que, sin embargo, son ignorados para gran parte de la población mundial.

Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), están cambiando el mundo y nuestra manera de relacionarnos de manera diaria y constante, y esta es una condición que amerita ser caracterizada con mucho cuidado y pertinencia pues ocurre que gracias a ellas vivimos un mundo sin barreras espaciales y temporales que se traduce en nuevos escenarios, nuevos desafíos y nuevas maneras de entender el mundo, exigiendo una adecuada lectura.

En este contexto, una teoría crítica del momento actual resulta imprescindible. Entender cómo estamos viviendo nuestra aproximación a la tecnología, las posibilidades que esta nos brinda para estar comunicados, encontrar trabajo, educación, salud y enfrentar retos como el cambio climático, la crisis alimentaria y la dotación de energía; debería ser una prioridad para la clase política, la academia y para las ciencias sociales.

En una época de guerras biológicas, ingeniería genética e inteligencia artificial que nos habla de realidades virtuales cada vez más reales, valdría la pena incentivar el análisis y la crítica sobre estos nuevos escenarios que no dejan de dar argumentos para pensar que no está lejano el día para que, por obra y gracia de la tecnología, el ser humano adquiera, por ejemplo, la condición de “mascota” de una especie de matrix o sistema corporativo mayor.

De entrada, ya hay series como la de Metal Gear de Hideo Kojima que plantea este tipo de situaciones así como la de convertirnos en “cyborgs”, una especie de híbridos entre tecnología y la raza humana, para enfrentar el reto de liberarse de la dependencia de una matrix compleja y abusiva. Parecen temas de ciencia ficción que, sin embargo, ameritan una lectura y, desde mi punto de vista, una teoría crítica interdiciplinaria que pase revista también a la fugacidad y esquematización limitada y muchas veces descontextualizada de las redes sociales.

El esfuerzo de elaborar una teoría crítica de nuestro tiempo por supuesto que es trabajo de la academia pero también de la clase política en tanto esta busca la administración de los Estados que concentran población, territorio y poder. La idea es tener la institucionalidad necesaria pero también la voluntad política para desarrollar un marco institucional, personalidad intelectual, un discurso y un nuevo paradigma. No se busca reeditar discursos mañosos sino gestiones eficientes que ofrezcan soluciones del tamaño de los desafíos que tenemos al frente ¿será que podremos hacerlo?

FUENTE: EL DÍA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC