Pese al claro pesimismo que respira el mundo global, los países en desarrollo parece que tienen algunas razones para estar contentos, en estos tiempos de precios bajos de las materias primas. Un interesante artículo de Stephen S. Roach, ex presidente de Morgan Stanley Asia y economista jefe de la firma, sostiene que estos países están avanzando a un ritmo mucho más veloz y dependen mucho menos del ciclo del comercio internacional y más de la demanda interna, calificando esta situación como algo totalmente inusual.

El articulista nos hace ver que el crecimiento del PIB en las economías en desarrollo no se detuvo en situaciones de crisis, y califica el hecho como una transformación importantísima en la dinámica del crecimiento global. En este marco, considera que el casi 3,6% de crecimiento anual medio del PIB mundial esperado para el período 2017‑2018 y que representaría una ligera alza respecto del 3,2% de los últimos dos años, “no es señal de que el mundo haya vuelto a la normalidad ni mucho menos.”

“Por el contrario-dice-, la tan cacareada idea de una “nueva normalidad” para la economía mundial pasa por alto una transformación extraordinaria en la dinámica del crecimiento global que tuvo lugar a lo largo de los últimos nueve años”. Más aún, agrega que según el último pronóstico del FMI, en 2018 los porcentajes de crecimiento se invertirán por completo: 41% para las economías avanzadas y 59% para los países en desarrollo.

En esta dinámica, Roach ya empezó a cuestionarse si no es tiempo de repensar el papel de la política monetaria, las estrategias de desarrollo y el papel de China. Afirma que si bien ya se nota cierta recuperación en una economía mundial de 80 billones de dólares, hay cosas nuevas que no tendrían “nada de normal”, remarcando que, a diferencia de lo que ocurría tradicionalmente con los países más pobres que vivían “atados a la demanda de los países más ricos”, hoy los hechos dicen otra cosa.

“En el período poscrisis (2008‑2016), el crecimiento del comercio internacional cayó a una media del 3% (la mitad de la norma de 6% entre 1980 y 2016). Sin embargo, en el mismo período, el crecimiento del PIB en las economías en desarrollo no se detuvo. Esto es prueba de que los países en desarrollo ahora dependen mucho menos del ciclo del comercio internacional y más de la demanda interna”, precisa, cerrando círculos a favor de la hipótesis de que el mundo está frente a una dinámica económica distinta y sugiere mirar el progreso “con un lente distinto al que se usó en ciclos pasados.”

Si efectivamente las economías emergentes están en crecimiento permanente, pese a la crisis, que entre otras cosas se expresa en una fuerte desaceleración, bajos precios de las materias primas, una menor afluencia de capitales, la creciente volatilidad de los mercados financieros y la presión depreciatoria que soportan sus monedas debido al fortalecimiento del dólar; hay que averiguar a qué se debe esta “anormalidad”, para entender adecuadamente el presente, sacar ventajas si es posible, y mirar el futuro con mejores herramientas. Ameritaría hacerlo, ¿verdad?

FUENTE: EL DIA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC