Una de las consecuencias del derrumbe de los precios del petróleo es la objetiva reducción de inversiones de alto riesgo en proyectos como lo son, en efecto, los de exploración hidrocarburífera. En varios lugares del mundo algunos proyectos de perforación profunda, por ejemplo, están varados y las refinerías parecerían estar alcanzando la categoría de “obsoletas” por la misma razón.

En este escenario, la situación mexicana puede ser paradigmática al respecto, pese a los significativos esfuerzos de su gobierno por abrir las puertas al capital privado, aumentando los niveles de inversión y la actividad del sector. Su economía no dejado de experimentar una considerable reducción en la producción de hidrocarburos, precisamente a causa de falta de inversiones en el sector y las finanzas públicas mexicanas se han visto notoriamente afectadas.

Según fuentes gubernamentales de este país, los ingresos por concepto de venta de petróleo han pasado de representar un 40% de los fondos del Gobierno en 2014 a un 16,3% en 2016. Esto ha generado un descenso de las inversiones en la estatal petrolera Pemex que ha debido aumentar sus importaciones, fundamentalmente de EEUU, aumentando de esta forma el volumen de sus compras de petróleo en el curso de una década.

Fuentes gubernamentales de este país han señalado que el próximo año México tiene previsto comprar 50.000 barriles diarios de petróleo a EEUU añadiendo un nuevo elemento penoso a lo que parecía ser una reforma energética exitosa y de nuevo cuño, bajo el paraguas de Enrique Peña Nieto.

Así como México, otros países en la región están o pueden llegar a confrontar problemas de abastecimiento de combustibles fósiles, tocados por la falta de inversiones en la industria de los hidrocarburos. En esta línea, países como Brasil están reformulando sus políticas, para equilibrar los desajustes provocados por la falta de inversiones en el sector y la nueva correlación de fuerzas derivada del fracking.

Asimismo, la autosuficiencia petrolera de Estados Unidos, a partir precisamente del fracking, ha reducido las exportaciones de combustibles fósiles hacia ese país y sus principales abastecedores de hidrocarburos en la región probablemente deberán enfrentar cambios significativos al respecto aunque está claro que el peso del sector seguirá siendo gravitatorio.

Esta situación está planteando que la denominada gobernanza de los recursos naturales debe mirarse de manera distinta. La Cepal considera que esta debe tener un rol claro en la construcción de un nuevo paradigma de desarrollo con igualdad. Por el momento, y pese al repunte de los precios del petróleo, la situación no ha dejado de ser complicada a nivel mundial. Más allá de la desaceleración de la inversión, hay un menoscabo del dinamismo del comercio internacional, una notoria reducción de los ingresos fiscales y una concreta vulnerabilidad a los fenómenos climáticos, entre otros factores que agudizan la situación a nivel global.

En esta línea, la Cepal sostiene que no bastará solo con reorientar el gasto hacia la inversión de capital.

Sugiere que es preciso que tales decisiones de inversión pública sean tomadas sobre la base de proyectos de comprobada rentabilidad económica y social, ya sea que se trate de inversiones en infraestructura o en desarrollo humano, o de aquellas destinadas a fortalecer la investigación, la innovación y la diversificación productiva. El reto está lanzado, el resto dependerá, no cabe duda, de la eficiencia de los Estados.

FUENTE: EL DIA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC