Releer la historia de Japón, después del dramático terremoto de marzo de 2011 y accidente de la Central Nuclear de Fukushima Daiichi de TEPCO, nos lleva a confirmar que vivir en este país exige ser un samurai, es decir, un guerrero, en medio de un archipiélago ubicado en una zona altamente sísmica que debe “robar tierras al mar” y habilitarlas para agricultura y urbanización; y está obligado a importar más del 90% de sus recursos energéticos.

Este “gigante industrial de escasos recursos energéticos” es un coloso que ha alcanzado un importante desarrollo conocido como el “milagro japonés”, que abarca desde 1960 hasta los años ochenta, en base al petróleo proveniente de Oriente Medio.

Pese a que a finales de los ochenta hasta los noventa este crecimiento disminuyó notablemente y se conoció como “la década perdida”; al momento Japón es la tercera economía más grande del mundo, después de los Estados Unidos y China, en torno a 4,5 billones de dólares en términos de su Producto Interno Bruto (PIB) nominal y la tercera después de los Estados Unidos y China en términos de poder adquisitivo, según su Ficha País 2016.

Sin embargo, Japón no ha dejado de sufrir situaciones recesivas precisamente producto de su fuerte sometimiento a la importación de materias primas. Al momento, esto se agudiza por la desaceleración de la economía mundial y la de China, pero, Japón aparece en el concierto de naciones casi inmutable, más allá de estar viviendo, en criterio de algunos analistas, en una franca situación de “angustia energética”, debido a la zozobra que enfrenta en relación a su seguridad de aprovisionamiento de recursos energéticos.

Las importaciones actuales de combustibles fósiles han situado a Japón en lo alto del ranking de países importadores, aumentando su dependencia externa que ha vuelto a situarse en los niveles de la década de 1970. En esta perspectiva se observa que después del carbón vino el petróleo, actualmente es el gas y nuevamente el carbón; sin perder de vista las renovables ni el temido retorno a la generación nuclear.

Después de Fukushima, Japón afirma que vive una “reconsideración” de su política energética lo que habría significado una mayor incidencia en las energías renovables, tales como la energía solar, eólica, biomasa y principalmente la geotérmica, en atención a que se trata de uno de los países con mayor actividad volcánica del mundo. Refiere que en 2011 se utilizaron aproximadamente 19,45 millones de kilovatios de energía renovables, en la cual la energía solar habría llegado a producir hasta 4,8 millones de kilovatios, según la edición 7 de la revista Nipónica.

Con todo, la situación de Japón no es fácil, pues estamos hablando del cuarto mayor consumidor de energía a nivel mundial, y el lugar donde más caro resulta producirla; precisamente porque debe importar la casi totalidad de sus recursos energéticos.  Por ello se podría afirmar que lo más fácil para Japón puede ser también lo más complicado: el retorno a la energía nuclear para asegurar un suministro energético constante y asequible. Para muchos analistas del sector la opción más factible para que este país siga siendo económicamente competitivo, y menos contaminante, es la de volver a poner en marcha los reactores nucleares, “si los gobernantes logran vencer la oposición de la opinión pública”.

Por el momento, da la sensación que en todo esto está presente el código de honor de los samurái, los guerreros japoneses que según cuenta la historia pertenecían a la aristocracia militar, servían a un señor y seguían un código de honor conocido como Bushido. Una de las reglas de este código dice: “El coraje no es la ausencia de miedo, es hacer una cosa a pesar de la presencia del miedo”. Esperemos, sin embargo, que el incidente de Fukushima oriente sus decisiones, especialmente por lo que significa un retorno a la nuclear en condiciones de adversidad sísmica.

FUENTE: EL DIA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC