Lo que está ocurriendo en Colombia da para preguntarse si se trata de una guerra donde el cálculo político y la intención de los protagonistas ha dejado de tener valor o más bien todo lo contrario. Es decir, una guerra que ha perdido la brújula o que por el contrario se desarrolla y existe por encima de la voluntad de los contendientes y que lo que se ve desde fuera de los bastidores del poder, es apenas una pantomima.

El número de muertos que ha dejado el conflicto en el país durante el último siglo está por encima de un millón, y de acuerdo a algunos expertos como Alex Vernot, el orden de la guerra en Colombia es un negocio para los que la financian y lucran de ella. Nada nuevo bajo el sol, pero, algo siempre aterrador sobre lo que habría que volver la vista reiteradamente para tener una figura clara de lo que está pasando en este momento.

Después del breve paréntesis que significó la probabilidad de la  paz en Colombia, golpeada por lo violencia desde hace 50 años, observamos un país totalmente desestructurado por la guerrilla y una guerrilla también presa de sus propios excesos: “La falta de cárcel para los que cometieron crímenes de lesa humanidad y la posibilidad de que participen en política suscitó un gran rechazo”, remarcan algunos medios de prensa y aluden a la necesidad de una relectura del conflicto y, desde mi punto de vista, de los liderazgos.

Vernot asegura que la guerrilla  solo representa el 15% de la violencia en Colombia y que “hay otros negocios asociados a la guerra que se tomaron el conflicto y que están en manos de un grupo de personas, multinacionales e, incluso, miembros del Estado. Entonces, si queremos hablar de una paz real no se puede negociar solo con la guerrilla: tenemos que hablar de paz con todos esos dueños de la guerra” y agrega que en estas circunstancias “el tema de las Farc es marginal”.

Sea como fuere, el tema de la guerra es real en un país con más de 50% de la población por debajo de la línea de pobreza y donde según el catedrático universitario Diego Otero Prada, el costo del conflicto colombiano supone un importante costo para el Estado y también para entidades descentralizadas, ejemplo Ecopetrol, ISA, electrificadoras y empresas de comunicaciones, y departamentos y municipios, que dedican recursos para defenderse de atentados a sus instalaciones o a su personal.

Tras la victoria del ‘no’ en el plebiscito del domingo pasado no se observa un liderazgo capaz de reencauzar las aguas, sobre todo porque los líderes visibles de esta Colombia en guerra no han podido concretar un plan de corto y mediano plazo que suponga cambio de paradigmas. A diferencia del Brexit, “el momento post”, se ve aliñado por la permanente beligerancia y la presencia latente del uso de armas, como parte de una cultura de la violencia que no se ha podido erradicar en más de medio siglo.

Lo que por ahora queda es una mayor incertidumbre sobre un proceso de paz de ostentosa presentación a la comunidad mundial, al parecer sin valorar todos los elementos de la guerra; y unos liderazgos que han visibilizado marcados fracasos y triunfos pírricos, causa del elevado índice de abstención en las ultimas presidenciales y en el plebiscito del domingo; mostrando que los colombianos están en la ruta de nuevas respuestas y nuevos liderazgos, más allá de su legendario temor.

FUENTE: EL DIA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC