Si uno revisa la prensa internacional termina con la clara idea de que la conflictividad en el denominado viejo continente sigue creciendo. Aquellos que decían que a Europa le tomó siglos aceptar la diversidad y transar con ella, para finalmente emprender un proyecto común, no estaban tan en lo cierto pues hoy esta parte del planeta mantiene problemas centenarios irresueltos que, principalmente, tienen que ver con su compleja interculturalidad y sobre todo con la ausencia de un liderazgo que pueda templarla.

El ex primer ministro belga, Guy Verhofstadt, en uno de sus recientes artículos denominado La crisis de liderazgo de Europa, ratifica esta lectura y considera que la larga lista de problemas que confrontan actualmente en Europa; como el embrollo del tribunal constitucional de Polonia, el expansionismo ruso, los migrantes y refugiados y la reaparición del nacionalismo, son temas menos relevantes frente a la ausencia de liderazgos en la eurozona.

Consiguientemente, algo está pasando en el mundo. Hasta se podría decir que la crisis de liderazgo se ha vuelto “viral”; está casi en todas partes, generando silencios, incomodidad y por supuesto falta de esperanza en días mejores. Es probable que nuestros referentes teóricos ya no se correspondan necesariamente con la realidad y que los parámetros con los que se midió hace un siglo el desempeño societario, no sean suficientes para explicar, proyectar y manejar las sociedades actuales.

Por el momento, Verhofstadt piensa que si la eurozona no sigue integrándose mediante el fortalecimiento de sus estructuras de gobernanza económica, la actual crisis financiera europea no hará más que continuar, impidiendo la movilidad social y socavando la justicia social, asegurando que: “Es hora de que los líderes de la UE defiendan estos argumentos más eficazmente”.

Así, la eficacia resulta ser, también, un requisito indispensable en la gestión de situaciones de crisis; más allá de discursos maniqueos y acartonados, que reducen la posibilidad de encandilar a las audiencias, a los electores, a los ciudadanos en espera de algo que los represente y los conduzca de mejor manera. En esta línea, muchos temas como el de la integración, por ejemplo, parece que van perdiendo fuerza y el conglomerado social, va requiriendo nuevos planteamientos para la construcción de un nuevo orden.

“Se están acabando las páginas del actual manual de gestión de crisis de la UE. Podemos meter la cabeza en la arena mientras el proyecto europeo muere lentamente, o aprovechar esta crisis para impulsar un nuevo proyecto de renovación y reforma”, dice Verhofstadt.

Considera que “también en este respecto la opción es clara: los líderes de la UE deben ofrecer a los europeos un nuevo contrato social que se base en la comprensión de que los legítimos temores de la gente ante la globalización deben tener una respuesta europea progresista y colectiva”.

Por ahora, solo es posible advertir una creciente atmósfera de rechazo y desencanto frente a lo que todavía podría denominarse “proyectos de la modernidad”, pero sin planteamientos alternativos. Al punto que parece ser cierto que vivimos una condición de postmodernidad que nos cubre con un manto real de desencanto frente a los liderazgos mundiales, pero, con su rastro más distintivo: la falta de propuestas. La crisis de liderazgo es, por tanto, evidente.

FUENTE: EL DÍA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC