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¿Somos un país patético?

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¿Desaparecer al hombre en aras del progreso?

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El ser humano, una triste paradoja

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La caída del precio del barril de Brent de los cien a los cincuenta dólares le supone a nuestro país en cómputo anual un ahorro en la balanza por cuenta corriente del entorno de los 28.000 millones de dólares; en la actual situación de crisis se convierte el bajo precio del petróleo en un notable alivio para países crudo-dependientes como es el caso de España, de igual manera que un repunte en su cotización actuaría como un potente freno en la salida de la misma.

Imagínense una sociedad que, tras un “sorpasso” tecnológico, hubiese dado el salto a la total electrificación energética, incluido el transporte, con una factura de petróleo a cero; nos habríamos situado en un escenario presupuestario ciertamente atractivo en términos de estabilidad, y notablemente tranquilizador frente a los actuales riesgos que se ciernen sobre el Estado del Bienestar y las tensiones que se aducen para poder financiarlo.

España registra unas 27.000 muertes al año debido a la contaminación del aire. Uno de cada cuatro europeos enferma o fallece prematuramente a causa de la polución. Las 600.000 muertes prematuras que cada año traen causa en Europa de un deterioro ambiental que pagamos en términos de salud en forma de cánceres de pulmón, enfermedades respiratorias y vasculares, le suponen al Viejo Continente un coste aproximado de 1´5 billones de euros, lo que viene a ser una cifra equivalente a una décima parte de su PIB. En nuestro país, considerando los datos entre 2010 y 2012, casi 40.000 millones de euros y un 2´8% del Producto Interior Bruto.

 Imagínense que viven en un país que ha conseguido erradicar los tubos de escape de sus calles y carreteras, y ha sustituido su enorme bosque de chimeneas por una industria de emisiones cero, y que además lo hacen con la tranquilidad de saber que no van a estar en la lista negra de los 27.000 que han de pagar el luctuoso tributo de la contaminación.

 Imagínense que el caudal del río que riega su comarca dejara de sufrir la merma que le supone esa central de generación que extrae el agua para alimentar su ciclo, y que tanto deteriora el ecosistema fluvial y la calidad de sus riberas y de su estuario, los recursos pesqueros y la actividad agraria. Imagínense que el gasto energético de su ayuntamiento se minora de forma drástica merced a una estrategia de ahorro y eficiencia en el alumbrado público, en edificios e instalaciones dotados de sistemas de generación renovable o una adecuada gestión de la biomasa; piense en qué necesidades y servicios podrían verse beneficiados de este innovador sistema de financiación local. Imagínense por un momento que no pagan en su recibo de la luz unos costes que nada tienen que ver con la energía que han consumido… Imagínense…

¡No! No desperdicien en el ejercicio de imaginar, el tiempo que pueden aprovechar para hacerlo realidad. “Si la energía cambia, todo cambia” (Jiménez Beltrán dixit).

Fuente: 20 Minutos.es