La mordaz lucidez de Umberto Eco se hizo inmortal, después de su muerte. Estará siempre en los pasillos de claustros universitarios, en las aulas, en los debates semióticos y por su supuesto en sus brillantes textos y libros probablemente poco conocidos en Bolivia pero fundamentales para el pensamiento de estos dos últimos siglos.

Sus reflexiones sobre la guerra, la intolerancia y los siempre vigentes dilemas de la prensa, lo hacían y lo siguen haciendo imprescindible.

Cuando Eco alude a “la capacidad creadora de noticias” de algunos medios de información que al seleccionar unos acontecimientos y ocultar otros, imponen lo que es noticia, lanza polémicas declaraciones mediáticas sobre la situación de la prensa mundial, la política, la economía y remece escenarios recalando en que “...una prensa libre y sin prejuicios es capaz de procesarse a sí misma”.

Le gustaba hablar de la prensa y de sus relaciones con el mundo político especialmente en Italia, su país, y rotundamente señalaba que lo hacía “no a espaldas sino en presencia de representantes de la prensa”, y abordaba la función del denominado cuarto poder señalando que esta se traduce en controlar y criticar a los otros tres poderes tradicionales asegurando que los medios de masa sólo pueden influir en la vida política creando opinión.

En su libro Cinco escritos morales, al hablar de la situación de la prensa decía: ”al bosquejar este “cahier de doléances” no pretendo criticar a la prensa en sus relaciones con el mundo político como si éste fuera víctima inocente de los abusos de la prensa”, afirmando que creía que el mundo político es totalmente corresponsable de la situación por la que atravesaba la prensa, allá en los años sesenta, pero con absoluta seguridad hoy continuamos asistiendo a esta contundente corresponsabilidad.

Sacudía a sus auditorios señalando que: ”pueden expresarse opiniones dando noticias completamente objetivas” y agregaba que la prensa se había replegado a un lenguaje al alcance de “la gente” y citaba una larga lista de frases recogidas por sus estudiantes en un solo mes allá por los años sesenta: ”La esperanza es lo último que se pierde”, “Dini anuncia sangre, sudor y lágrimas”, “El presidente está en pie de guerra”, y otras tantas que en su criterio habían sido inventadas por articulistas y por parlamentarios, hablando de un “pactum sceleris” en perjuicio del lector y del ciudadano. Con elegancia absoluta Eco nos habla de cronistas manipulados por políticos astutos, graficando un juego donde cada uno de estos actores tiene algo que ganar y nada que perder. “En la medida en que el juego es vertiginoso, las declaraciones se suceden día a día, el lector pierde la cuenta y se olvida de lo que se ha dicho; en compensación, el periódico lanza la noticia, y el político saca el beneficio que se había propuesto”. En el libro mencionado Eco sostiene que: ”este “pactum sceleris” está tan extendido que se ha convertido en costumbre no de “dación” sino de “dicción ambiental”, entre periodistas y el poder político.

”Pero, como todos los delitos, al final no compensa: el precio, tanto para la prensa como para el político, es la pérdida de credibilidad, la reacción de total indiferencia por parte del lector”. Después de más de cinco décadas, estas apreciaciones no han perdido vigencia sobre todo cuando se revisa la relación entre alguna prensa y la política, y es que Umberto Eco era Eco, qué duda cabe!

FUENTE: EL DÍA