Bolivia inicia el 2016 con una clara apuesta por las hidroeléctricas. Esas gigantes infraestructuras generadoras de energía que se traducen en una de las más limpias si se las compara con la industria del petróleo, el carbón e incluso del gas. Los acuerdos con Brasil en enero y el reciente viaje del presidente Morales a ese país ratifican esta situación, pero, también reiteran la importancia del gas natural en la matriz energética brasilera.

Recientes informes  de la Agencia Internacional de Energía (AIE por su sigla en inglés), señalan que "el gas natural de Bolivia responde por el 30 por ciento de la oferta del producto en el mercado brasileño", lo que confirma el interés de Brasil respecto del gas boliviano, más aun en el escenario de los precios bajos del petróleo. Consiguientemente, Brasil tiene dos temas fundamentales para conversar con Bolivia: la cesión de electricidad vía una hidroeléctrica compartida y, además, no solo mantener el flujo del gas boliviano sino incrementarlo, a partir de la extensión de uno de los ramales del Gasbol, en Cuiabá, capital de Mato Grosso.

En este marco, Nivalde de Castro, coordinador del Grupo Gessel de la Universidad de Río de Janeiro (UFRJ), una de las personas clave dentro de las negociaciones para la puesta en marcha de una mayor integración energética entre Bolivia y Brasil, considera que “lo más importante para hacer factible una integración energética en América del Sur es tener una determinación política basada en elementos y análisis económicos que garanticen beneficios compartidos”.

El viaje del presidente Morales probablemente responde a esta determinación y a la posibilidad de utilizar la integración energética como un instrumento para profundizar, también, la unificación económica entre ambos países; mientras De Castro asegura que un buen ejemplo de ello en el campo de la energía es, precisamente, el gasoducto Bolivia-Brasil.

Afirma que “este proyecto concreto, vigente desde fines de 1990, ha conseguido beneficios económicos muy importantes para Bolivia -más divisas y más recaudación de impuestos- y para Brasil- ampliar la oferta de gas natural y diversificar la matriz energética”.

Para el coordinador de Gessel-UFRJ esta decisión política debe estar respaldada, sin embargo, por un tratado diplomático-económico internacional que garantice la consistencia y la seguridad de las reglas de regulación y comercialización, como fue el caso del Gasoducto Bolivia-Brasil y, pensamos, que Bolivia está trabajando una propuesta al respecto, en el área de las hidroeléctricas.

Es previsible que dentro de este escenario, la integración energética, considerada como un instrumento para garantizar la sustentabilidad energética (y política) de la región pero que hasta el momento no ha tenido avances, pueda encontrar mejores derroteros si, como afirma De Castro en una entrevista con ENERGÍABolivia, se logra trabajar la reducción de la asimetría económica y regulatoria entre los países involucrados, así como las distancias físicas entre los mercados que encarecen los proyectos de integración tanto como los costos de transporte.

Con todo, hay dos temas importantes a ser observados en esta coyuntura de fortalecimiento de la integración energética entre Bolivia y Brasil: el permanente rechazo al impacto medioambiental de las hidroeléctricas y, la importancia de contar con las suficientes reservas para mantener a Brasil como un mercado cautivo del gas natural. Si Bolivia puede enfrentar eficientemente estas dos situaciones, el panorama de la integración energética bilateral se muestra francamente auspicioso, especialmente si Bolivia bosqueja un claro acuerdo técnico, comercial y regulatorio con el vecino país.

FUENTE: EL DÍA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC