La colisión entre el Poder Ejecutivo de Venezuela y el nuevo Parlamento venezolano ampliamente difundido por CNN me trajo a la memoria un texto escrito por el cepalista Martín Hopenhayn  en la década de los años '90 y cuyo título es: ”El día después de la muerte de una revolución”, hablando de la vida frágil en la sociedad de esos años caracterizada por una inseguridad ciudadana que desde su punto de vista ya no era revolucionaria sino una contraexpresión de un modelo excluyente de desarrollo.

En una lectura si se quiere “ni apocalíptica ni integrada” del estado de situación de América Latina; esperanzada por lograr una equitativa distribución del ingreso, con brechas al menos poco traumáticas y con menos violencia callejera, que alude al hambre mortal de un ejercito cada vez más grande de excluidos; él afirma que después de varias experiencias por buscar un sueño integrador entre el Estado y la sociedad, “nos enfrentamos a las cenizas refrigeradas de la idea misma de revolución”.

Los acalorados discursos de los parlamentarios venezolanos hablando desde sus distintas posturas de cambio, justicia y equidad, me dejaron la sensación precisa de que, por un lado, estábamos frente a una retórica política tradicional con barniz contemporáneo y, al mismo tiempo, frente a “cenizas refrigeradas de la idea misma de revolución”. En ese marco, resultó esclarecedor aquello que dijo una parlamentaria oficialista en el ambiente del nuevo Parlamento venezolano: “Pedimos perdón al pueblo venezolano por todo lo que no pudimos hacer”, en medio de una atmósfera que fue el relato vivo de que algo concreto acababa de morir  en ese país inundado de petróleo.

Como refieren los medios, la sesión de instalación se vio entorpecida por el fuerte reclamo chavista en la falta a los procedimientos establecidos por el reglamento de debates para convocar a las sesiones de la cámara. Luego se hizo viral un video que mostraba al presidente del hemiciclo, Henry Ramos Allup, coordinando en persona el retiro de toda la iconografía chavista del Palacio Federal Legislativo y del Libertador Simón Bolivar, un ícono de la revolución venezolana.

El conflicto entre opositores y oficialistas probablemente de para varios días de circo, sin embargo, lo contundentemente real es que entre los sectores más pobres de Venezuela, la inseguridad en el empleo es parte de una cotidianeidad que duele y no ha dejado de ser visible. En términos de Hopenhayn, hablamos por tanto, de la “precariedad” en unos y de la “provisoriedad” en otros, afirmando con él que la vida, en estas condiciones, “se torna cosa frágil”, ayer, hoy y siempre.

Hay, sin duda, un desencanto puntual o también podría ser “templado”. Según Hopenhayn, este tipo de desencanto ocurría en la década de los noventa debido a la falta de alternativas cautivantes de desarrollo, a la masificación segmentada, etc., etc., con un desenlace tragicómico y conocido: el pensamiento negativo que ya no movilizaba estudiantes y había quedado atrapado en libros bien empastados, casi de colección y a precios inaccesibles.

El caso venezolano produce hoy una lectura similar que, al igual que en los años noventa, nos habla igualmente “de crisis de modelos de acción, integraciones que desintegran, acumulación sin pasado, confusión ventilada y miseria caliente y donde la imagen de una revolución posible también parece desplazarse: se prefigura cada vez menos en el centro del futuro y cada vez más en la periferia del presente”. La respuesta a este estado de cosas sin duda que pertenece =al producto de la reflexión, al debate y a la calidad de líderes que sean parte de una coexistencia permanente entre la ética y la acción, entre otras coexistencias indisolubles.

FUENTE: EL DÍA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC