Siguiendo la línea de otros países de Europa, y a pesar de su tradición energética, Francia asume el desafío de encarar una transición energética hacia un “crecimiento verde”. En el presente artículo, se enseña la matriz energética francesa, la preeminencia de la energía nuclear en la misma, y cómo se propone llevar adelante esa transición.

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Francia ante el desafío de una transición energética

Siguiendo la línea de otros países de Europa, y a pesar de su tradición energética, Francia asume el desafío de encarar una transición energética hacia un “crecimiento verde”. En el presente artículo, se enseña la matriz energética francesa, la preeminencia de la energía nuclear en la misma, y cómo se propone llevar adelante esa transición.

 

Raúl Serrano

 

Entre noviembre y diciembre de 2015 Francia estará en el centro de la atención mundial, no sólo por los atentados terroristas que ha sufrido París, sino también porque en dicha ciudad se llevará a cabo la 21ª Conferencia de Partes (COP 21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), con el objetivo de concretar un acuerdo vinculante de reducción de emisiones que reemplace al Protocolo de Kioto.

 

Las emisiones de Dióxido de Carbono (CO2) por consumo de combustibles fósiles en Francia, de acuerdo con el BP Statistical Review of World Energy fueron reduciéndose de 403,9 a 347,5 millones de toneladas entre 2010 y 2014; llegando a representar el 2014 tan sólo el 0,98% de las emisiones mundiales de este tipo.

 

En ese marco, siendo Francia uno de los principales países desarrollados y, por tanto, de intenso consumo energético, conviene preguntarse ¿cómo ha logrado tan bajos niveles de emisión de CO2? ¿Cuál es su perfil energético? ¿Cuál es su propuesta ante el Cambio Climático?

 

UNA MATRIZ ENERGÉTICA DE DOS PILARES

 

Casi todos los países del orbe tienen su matriz energética basada en los combustibles fósiles, es decir, más del 70% de su consumo de energía primaria depende del petróleo y/o el gas natural y/o el carbón.

 

La excepción a esta regla son Noruega, Suiza, Suecia y, por supuesto, Francia. Países donde la energía nuclear, la hidroelectricidad, y las renovables representan más del 50% del consumo de energía primaria y los combustibles fósiles el resto de dicho consumo

 

En concreto, el consumo de energía primaria en Francia muestra que el petróleo, el gas natural y el carbón representan el 49,76%; la energía nuclear el 41,53%, y la hidroelectricidad y las renovables el resto. Es decir, la matriz energética francesa, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países, se apoya en dos pilares: la energía nuclear y los combustibles fósiles. (Ver Gráfico Nº 1)

 

 

Esta situación, muy posiblemente, se deba a que la producción de hidrocarburos en Francia sea prácticamente marginal; lo que ha obligado a la política energética francesa a privilegiar el desarrollo y la aplicación de la energía nuclear. Sobre todo a fin de evitar que la sociedad y economías francesas estén sobredeterminadas por la fluctuación de precios y otros factores económico-políticos siempre asociados a los combustibles fósiles.

 

La anterior afirmación se ve corroborada por la evolución de la matriz energética francesa. En efecto, dicha evolución enseña cómo a partir de mediados de la década de los 70, casi coincidiendo con la primera crisis del petróleo, se inicia el veloz crecimiento de la energía nuclear, hasta rebasar los niveles de consumo de petróleo a partir del año 2000. (Ver Gráfico Nº 2).

 

En contrapartida, a partir del 1980 el consumo de petróleo desciende y, con leves variaciones, se estabiliza en un rango de consumo por debajo de los 100 millones de barriles equivalentes. Por otra parte, si bien es evidente que el consumo de gas natural aumenta, lo hace tan levemente, que dicho aumento no es equiparable al experimentado por la energía nuclear. (Ver Gráfico Nº 2).

 

 

Por último, a parte del descenso franco del consumo de carbón en Francia, el gráfico enseña un ligero aumento de la hidroelectricidad, aún más leve que el del gas natural. Lo que condice con la escasa atención que la política energética de Francia ha prestado a esta fuente energética y a otras fuentes renovables.

 

A manera de síntesis se puede afirmar que la excesiva concentración en la energía nuclear ha permitido contener el uso de los combustibles fósiles, pero también ha ocasionado que se deje de lado el mayor uso y aplicación de las energías renovables.

 

A LA VANGUARDIA DE LA ENERGÍA NUCLEAR

 

De acuerdo con el Nuclear Power Reactors in the World. 2015 Edition, informe emitido por la Agencia Internacional de Energía Atómica, en Francia están en operación 58 centrales nucleares, que en conjunto tienen una capacidad instalada de 63.130 MW; infraestructura que genera 418 TWh de electricidad, lo que equivale al 76,9% de toda la electricidad generada en Francia.

 

Esa capacidad instalada significa el 16,68% de toda la capacidad de energía nuclear a nivel mundial; y el volumen de electricidad generada significa el 17,34% de toda la producción de electricidad por medio de energía nuclear en el mundo.

 

Ambos indicadores sitúan a Francia en el segundo lugar en la aplicación de la energía nuclear, después de Estado Unidos, pero delante de Japón y Rusia.

 

Al margen de estos resultados cuantitativos, Francia ha tenido y tiene preeminencia en la investigación y desarrollo de la energía nuclear y sus diversas aplicaciones. Así, por ejemplo, son investigadores y empresas de Francia quienes llevan la batuta en la conversión del uranio, el uranio reprocesado, la disposición final de residuos radioactivos, las políticas de operación de centrales nucleares, así como de manejo de residuos radioactivos.

 

Algo destacable a este respecto es que en Francia se desarrolla el proyecto International Thermonuclear Experimental Reactor (ITER), que agrupa a 35 países, que invierten sus conocimientos y recursos para demostrar la factibilidad comercial de la energía nuclear de fusión (unión de dos átomos livianos). Es decir, un proceso diferente al de fisión nuclear (división de un átomo pesado) que genera desechos radioactivos y conlleva demasiados riesgos.

 

EL DESAFÍO DE UN NUEVO MODELO ENERGÉTICO

 

El 26 de mayo de 2015 la Asamblea Nacional de Francia ha aprobado la Ley de Transición Energética; la misma que a decir de sus impulsores es la primera “legislación global contra el cambio climático”

 

Ciertamente, la Ley de Transición abarca muchos aspectos, como por ejemplo: Ampliar el uso de las energías renovables. Promocionar el uso de vehículos eléctricos o híbridos, para lo cual prevé instalar siete millones de puntos de recarga. Promoverá la renovación de los vehículos a diésel. Prohibir las bolsas de plástico de un solo uso. Comprometer la construcción de edificios públicos de energía positiva, es decir que generan más energía de la que consumen. Etc.

 

Sin embargo, lo más destacado en dicha ley es que asume los actuales niveles de energía nuclear como los máximos para el país. Es decir, compromete al Estado Francés a no ampliar más sus centrales nucleares y a no construir nuevas instalaciones de este tipo. La meta de la ley en esta materia es que para el 2025 la energía nuclear represente sólo el 50% del total de consumo de energía primaria.

 

¿Podrá lograrlo? El gobierno de Hollande es muy optimista al respecto. Los que lo apoyan conciben la Ley de Transición como un salto hacia el futuro; los que se oponen consideran que se va en contrasentido de toda la tradición energética de Francia.