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Una vez concluida la XLV reunión de la OLADE se ha emitido la Declaración de Tarija, la misma que consigna una serie de objetivos en materia energética para la región. Por la relevancia de los mismos, en adelante se acomete el análisis del contexto y de las posibilidades de realización de dichos objetivos.

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los desafíos energéticos de Latinoamérica

Una vez concluida la XLV reunión de la OLADE se ha emitido la Declaración de Tarija, la misma que consigna una serie de objetivos en materia energética para la región. Por la relevancia de los mismos, en adelante se acomete el análisis del contexto y de las posibilidades de realización de dichos objetivos.

 

ENERGÍABolivia

 

De la XLV Reunión Ministerial de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), a finales de octubre del presente año, ha surgido la Declaración de Tarija, que lleva por título: Financiamiento para el desarrollo energético sostenible.

 

En dicha declaración los países miembros se proponen: fortalecer la soberanía y seguridad energética regional; incrementar el porcentaje de cobertura eléctrica regional; fomentar las iniciativas que contribuyan al acceso universal a la energía, diversificar la matriz energética aumentando la participación de las energías renovables; promover el uso eficiente y racional de la energía; cuidar por la protección del medio ambiente y contribuir a la reducción de los impactos del medio ambiente; promover el aprovechamiento integral del agua y otros recursos naturales; contribuir a la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible; invitar a la Banca para el Desarrollo y Agencias de Cooperación a que faciliten una financiación adecuada y oportuna; y fortalecer el mecanismo de Cooperación Sur – Sur implementado por la OLADE.

 

La Declaración es un documento sucinto, no obstante, los objetivos que consigna y las tareas que conlleva su realización le otorgan relevancia; aspecto que obliga al análisis del contexto energético regional en el que esos objetivos y esas tareas han sido planteadas.

 

SOBERANÍA Y SEGURIDAD ENERGÉTICA E INTEGRACIÓN REGIONAL

 

Del total de reservas probadas de combustibles fósiles en el mundo hasta 2014, en Latinoamérica se encontraban el 20% de las de petróleo; el 4,3% de las de gas natural; y el 1,8% de las de carbón.

 

El azar geológico ha ocasionado que la distribución territorial de esas reservas no sea uniforme, pues, el 87% de las de petróleo y el 70% de las de gas natural se encuentran en Venezuela, y el 84% de las de carbón se hallan en Colombia y Brasil. (Ver Cuadro Nº 1)

 

 

Esta circunstancia ocasiona que la mayoría de los países latinoamericanos no sean autosuficientes respecto de sus requerimientos de combustibles fósiles y sus derivados, es decir, se ven obligados a importarlos.

 

Importaciones que se realizan, cabe aclararlo, casi completamente de otros países productores de la región; con excepción de Brasil, Argentina y Chile que importan Gas Natural Licuado (GNL) de productores fuera de América Latina. A esta lista debe sumarse también México, que importa petróleo crudo de los Estados Unidos.

 

En ese contexto, no sería errado concluir que los países latinoamericanos, y por ende la región, sólo pueden lograr su soberanía y seguridad energética en el marco de una mayor integración regional. Vale decir, no sólo una integración económica y energética, sino también política. Factor este último que garantizaría la asunción de planes y la realización de proyectos a mediano y largo plazo.

 

La Declaración de la OLADE toma en cuenta esta determinación (la necesidad de la integración) y la asume como objetivo, sin embargo, su consecución no será fácil pues existen tendencias e intereses contrapuestos que pueden retrasar o incluso truncar su realización.

 

Por ejemplo, países como Bolivia pugnan por convertirse en el “corazón energético” de Sudamérica y así abastecer de gas natural a sus vecinos (aspecto reconocido en la Declaración); frente a países como Brasil, Argentina, Chile y últimamente Uruguay, que no dudan en ligarse al mercado mundial del GNL con el fin de garantizarse varias fuentes de provisión de dicho combustible al mejor precio posible y, aunque no lo digan, como una forma de no depender de una sola fuente de abastecimiento como sería Bolivia.

 

Otro ejemplo de estas tendencias contrapuestas, independientemente del posicionamiento que nos merezca el gobierno de Venezuela, lo constituye también las adhesiones y las resistencias que ha generado la iniciativa Petrocaribe, impulsada especialmente por Venezuela.

 

LA MATRIZ ENERGÉTICA LATINOAMERICANA Y SU DIVERSIFICACIÓN

 

La actual matriz energética de Latinoamérica esta sustancialmente basada en combustibles fósiles; de hecho, del total de energía primaria que se consume en la región, el 46% es petróleo, 26% es gas natural y 5% es carbón; es decir, cerca del 78% de toda la energía primaria que se consume en la región es de origen fósil. Por el contrario, las energías renovables (la hidroelectricidad y otras fuentes) no sobrepasan el 22%. (Ver Cuadro Nº 2).

 

 

En el Cuadro Nº 2 es notorio que Brasil y México, seguidos por Argentina y Venezuela son los mayores consumidores de combustibles fósiles en la región. Por lo que cualquier cambio en la matriz energética latinoamericana tendrá que pasar por lo que se haga en dichos países.

 

Valga anotar también que Brasil es el país donde hay mayor consumo de hidroelectricidad y otras fuentes renovables; tanto es así que sin contar este país, el consumo de hidroelectricidad en la región se reduce a la mitad de su nivel actual, y la participación de las renovables se vuelve más marginal aún. (Ver Cuadro Nº 2)

 

En este contexto, el objetivo de diversificar la matriz energética, además, condicionado a que esa diversificación tiene que ser con fuentes de energías renovables es ambicioso y loable, pero presenta varios desafíos a encarar

 

Teniendo en cuenta los proyectos hidroeléctricos que impulsa Brasil, y algunos proyectos de envergadura que se pretende construir en Bolivia, posiblemente, sólo la hidroelectricidad tienda a aumentar la participación regional de las renovables en el futuro próximo En cambio, es previsible que las otras energías renovables, más aun en un contexto de precios bajos de los combustibles fósiles que son una traba para su rápida adopción, reduzcan su participación en la matriz energética. Esto a pesar de los subsidios y otro tipo de ventajas financieras (especialmente, en el marco de la adaptación y mitigación del cambio climático) de las que pueden gozar las fuentes y las tecnologías de energías renovables.

 

...sin contar Brasil, el consumo de hidroelectricidad en la región se reduce a la mitad de su nivel actual, y la participación de las renovables se vuelve más marginal aun”

 


ACCESO UNIVERSAL A LA ENERGÍA

 

Este es otro de los objetivos que consigna la Declaración de Tarija, que simplemente está dando continuidad a lo definido en otras reuniones de la OLADE y a lo asumido por los diferentes gobiernos latinoamericanos de ayer y hoy

 

Desde el punto de vista eléctrico, el objetivo está a punto de lograrse, pues, de acuerdo a la información que brinda el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), prácticamente todos los países latinoamericanos están bordeando el 90% de cobertura de electricidad o ya han superado este nivel.

 

Es decir, sólo queda un pequeño tramo por completar. Pero, como hace notar dicha institución es el tramo más difícil, pues, en su mayor parte, se trata de hogares que se encuentran en el área rural, alejados de la infraestructura eléctrica, y con formas de asentamiento disperso, lo que dificulta su rápida electrificación.

 

Si en electricidad la universalización está a punto de lograrse, el desplazamiento de la leña como combustible para cocinar no ha tenido tanto éxito. Lo que significa que no ha habido universalización del uso de combustibles modernos para cocinar, con todos los riesgos ambientales y de salud que ello implica.

 

Si bien las instituciones que trabajan en la materia no se ha puesto de acuerdo respecto al grado de uso de la leña como combustible, y son reticentes a brindar un dato al respecto; se estima que entre el 30% - 40% de los hogares latinoamericanos utilizan la leña para la preparación de sus alimentos. Es decir, el tramo que aún queda por cubrir es mucho más grande que el que queda en electricidad.

 

En ambos casos el problema, además de una dimensión financiera (recursos de inversión, mecanismos de subsidio, esquemas crediticios); tiene una dimensión logística, pues, son hogares generalmente alejados de los centros poblados, lo que plantea una serie de problemas de distribución y aumenta los costos sustancialmente; y tiene una dimensión referente a la sostenibilidad, porque una cosa es hacer que un hogar de estos acceda a un panel solar o una cocineta a gas, y otra muy diferente proveerle de insumos y repuestos, y darle asistencia técnica.

 

FINANCIAMIENTO PARA EL DESARROLLO ENERGÉTICO SOSTENIBLE

 

El talón de Aquiles de los objetivos mencionados líneas arriba y de otros consignados en la Declaración es la financiación; sin el dinero para realizar las inversiones que los objetivos mencionados requieren, los mismos confrontan, al menos, escenarios complicados.

 

A manera de ejemplo, tómese el caso de Bolivia que ostenta importantes planes en el sector eléctrico estimados en 27.000 millones de dólares hasta 2025 para ejecutar los proyectos eléctricos de exportación de electricidad junto a una cifra similar en exploracion de hidrocarburos que alcanzarían requerimientos financieros que rebasarían los 50.000 millones de dólares.

 

Sin embargo, es importante hacer notar que por lo menos en el caso de Bolivia, se está trabajando en esquemas de financiación que consignan la participación del Estado, el sector privado, e inclusive la cooperación internacional; que suaviza la financiación de los objetivos propuestos.

 

Posiblemente por esta situación, los ministros que han participado en la XLV reunión de la OLADE han encargado a la misma que “invite a la Banca para el Desarrollo y Agencias de Cooperación que faciliten una financiación adecuada y oportuna, que permita el aprovechamiento de inversión en proyectos estructurantes, de conformidad con las políticas y legislaciones nacionales, con metas a escalar sustancialmente la transferencia de tecnología y conocimientos relacionados, fortalecimiento de capacidades para el desarrollo y la sostenibilidad de los proyectos que se implementen en el marco de la integración energética”.

 

Cerca del 78% de toda la energía primaria que se consume en la región es de origen fósil.