A propósito del “Conversatorio de Alto Nivel”, llevado a cabo bajo el alero de “Alerta Democrática” propiciado en Santa Cruz por la Universidad Ecológica Nacional (UNE), con la idea de concebir escenarios democráticos en América Latina, un espacio heterogéneo y plagado de interculturalidades complejas y difíciles, han quedado algunas provocaciones que bien vale la pena tomarlas como inicio de lo que podría ser repensar el destino y el estado de situación de los procesos de construcción democrática en la región.

Vale la pena comenzar destacando que si bien siempre resulta interesante hablar de democracia como la medida de equidad económica, política, social y cultural a la que se debería acceder, como resultado de atribuir la titularidad del poder al conjunto de la sociedad; alcanzarla ha sido y sigue siendo uno de los retos más sinuosos de la humanidad y no ha dejado ni dejará de ser una asignatura en construcción pues esta alcanza el grado de perfección o retroceso que le otorga el propio ciudadano.

Con todo, la democracia ha sido calificada como la mejor forma de organización del Estado y a ella habría que tender reinventando, entre otras cosas, el sistema de información vigente junto al sistema educativo para estar en condiciones de edificar sentido político, económico y social, más allá de meros intereses personales y/o sectáreos lo cual es, de entrada, uno de los mayores desafíos de la democracia.

Si fuéramos capaces de cimentar escenarios democráticos con mayor grado de participación ciudadana, informada y educada, probablemente podríamos tener una esfera pública con mayor capacidad propositiva y de discernimiento para alcanzar metas ciudadanas y no simplemente objetivos de grupo. Los resultados serían, sin duda, muy distintos a los de aquellas democracias que, en su nombre, erigen medios de información, sistemas educativos e instituciones para soslayar el otro lado de la medalla, teniendo en la democracia un simple recurso discursivo.

Tendríamos, contrariamente, una sociedad capaz de escuchar y debatir, propositivamente, objetivos y metas de desarrollo, también desde la esfera pública, alcanzando una cultura ciudadana racional sobre los temas de agenda nacional, regional y/o internacional, lidiando de mejor forma posible con la diversidad de lecturas provenientes de culturas disímiles.

En este marco podríamos, por ejemplo, debatir si nos interesan las autonomías como una construcción de hegemonía desde fuera del Estado y/o a partir del él aunque pareciera un contrasentido; analizar la reconstrucción del Estado como un espacio democrático de normativización del poder y/o su definitiva atomización dentro de lo que parece ser la lógica de propuestas supragubernamentales; en fin, discutir todos los temas posibles pero con sustento teórico y conceptual, con especialistas y técnicos que complementen y refuercen las propuestas de cada una de las regiones de esta América diversa. Lo contrario es continuar reeditando el canibalismo político tan amigo de transitar el espacio público.

La deslegitimación “per se” del adversario político y argumentaciones baladíes tanto del oficialismo como de la oposición, ya no pueden ser parte del discurso de los líderes exhortados a enfrentar las inequidades de la modernidad y el desánimo de la postmodernidad para construir el sentido de una nueva sociedad. Insisto en que, desde esta perspectiva, los medios y la educación tienen un papel central y no es posible subsidiarizarlos; es necesario considerarlos en el fortaleciendo de las deliberaciones colectivas y en la ruta de posibilitar la creación de una nueva institucionalidad estatal; como primer paso para una nueva institucionalidad democrática y viceversa. 

La puesta en marcha de nuevas plazas democráticas debe ser, sin duda, parte de un trabajo colectivo, lejos de la consigna y la confrontación y debe ser producto de una cultura ciudadana participativa, de un acceso libre a la información y a la educación para ayudar a imaginarla adecuadamente como el instrumento para el cambio imaginado, parafraseando a Norbert Lechner (1984:196). Por el momento, el dilema democrático en América Latina no ha concluido, apenas empieza, nuevamente.

 FUENTE: EL DÍA 

AUTORA: VESNA MARINKOVIC.