El mundo negocia energía a paso lento pero de manera persistente, podría ser el titular de una noticia de coyuntura. Es probable que cuando se publique este artículo ya se tenga un resultado sobre las arduas como estratégicas negociaciones entre las potencias mundiales e Irán en Viena; realizadas con el fin de “reordenar el mundo” lo que pasa por definir el acceso a los recursos energéticos y su libre disponibilidad, madre de todas las batallas. Por lo tanto, hablar del tema seguirá siendo importante.

Las potencias que se han reunido con Irán son Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y la China. El objetivo: obligar a Irán a suspender los dos tercios de su capacidad de enriquecimiento de uranio, que habría sido una medida para proteger sus recursos energéticos en una región acosada por conflictos y el establecimiento de tropas estadounidenses con el fin de preservar una zona rica en petróleo. La pulseta por el control de los recursos no terminará en Viena pero es posible que señale una nueva ruta, más cerca o más lejos de la violencia.

En días previos a la conclusión de este cónclave que debía terminar a fines de junio, se dijo que si se lograba bloquear el acceso de Irán a la bomba atómica, se le otorgaría a cambio un levantamiento de las sanciones que ahogan su economía; entre ellas, el veto a exportar petróleo, una de las actividades más importantes de este país y que no ha dejado de afectar el abastecimiento en Europa.

Vale recordar que Irán es el cuarto mayor productor de petróleo y es el segundo productor de la OPEP después de Arabia Saudita. Hasta el 2006 estaba produciendo un estimado de 3,8 millones de barriles por día, equivalente al 5% de la producción mundial, bajando el 2014 a 2,6 y sus intenciones pasarían por llegar a una producción de 4 millones diarios de barriles, a partir de 2015.

Por tanto, las sanciones económicas además de limitar sus exportaciones, habrían dificultando el desarrollo de su actividad hidrocarburífera que requeriría de tecnología e inversión externa. Su historia, no dista mucho de la de los países en desarrollo poseedores de recursos energéticos, aunque su poder de negociación radicaría en su ubicación geográfica y, sobre todo, en las posibilidades de desplegar su capacidad de enriquecimiento de uranio.

Al momento, el temor visible a este acuerdo sigue siendo que si las sanciones sobre Irán se levantan, 30 millones de barriles de crudo iraní almacenados, inundarían un mercado sobresaturado, motivando un nuevo descenso en los precios del petróleo, por debajo de los 40 dólares el barril; y que también activaría varios proyectos de desarrollo de grandes reservas ya descubiertas, incrementando aún más la producción de crudo iraní. Esta posibilidad ha hecho decir que “el exceso de producción de crudo es algo estructural” y que por tanto pensar que se pueda superar los 50 dólares de forma sostenida ya es improbable y que en esta dirección lo que se esperaría serían precios por debajo de los 40 dólares con mayor frecuencia que precios por encima de esta cifra.

Sin embargo, poco se ha dicho sobre el tiempo que en realidad demandaría incrementar las reservas de crudo iraní, y/o sobre un eventual fracaso de las negociaciones que podrían elevar las perspectivas de Irán de convertirse en una superpotencia petrolera; alterando el equilibrio geopolítico de Oriente Medio, y soliviantando la postura de aquellos que señalan un importante incremento del precio del crudo, posterior al presente derrumbe.

Lo que se esté leyendo en este momento al respecto, si es que finalmente concluyó la reunión e independientemente del resultado y aunque esta no haya acabado; tendrá que ver, de todas formas, con qué países estarán modificando o perpetuando el manejo y control de recursos energéticos en el mundo. Un tema que sin duda concierne a toda la comunidad global por la incidencia que, de lejos, tendrá en las economías de todos los Estados.

FUENTE: EL DÍA

AUTORA: VESNA MARINKOVIC