Herbicidas, acaricidas, insecticidas y fungicidas que se utilizan en el agro pero también en consumo domiciliario, provienen principalmente de China y el Senasag es la entidad encargada de autorizar la comercialización y el control de los productos que no dejan de tener un alto grado de toxicidad y efectos colaterales y acumulativos que deben ser observados con mayor atención para evitar “dormir con el enemigo”.

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Plaguicidas chinos abastecen mayoritariamente mercado boliviano



Juan Eduardo Araos

 

En Bolivia se importan legalmente 1.637 plaguicidas de lo más diversos mercados. Los hay de China y la India o de países más cercanos como Argentina, Brasil o Paraguay, entre otros, revelan los datos del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag). Debido a su toxicidad, todos estos químicos exigen un extremo cuidado en la manipulación y aplicación de las dosis.

Algunos de los productos que se comercializan son herbicidas, acaricidas, insecticidas y fungicidas, según el Registro de Productos Agroquímicos de la Unidad Nacional de Sanidad Vegetal del Senasag, encargado de autorizar la comercialización y el control de estos productos. China es el principal importador, de este país provienen 809 de los 1.637 agroquímicos permitidos. Le siguen Paraguay (179), Argent i na (123), I ndi a (105) y Uruguay (103). En menor escala también se compran desde Alemania, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Francia, Israel, Italia, Malasia, Perú y Rusia, entre otros.

Los plaguicidas son utilizados mayormente en el agro y debido al riesgo es necesario que las personas que apliquen estos químicos tengan protección de barbijos y guantes, que sigan al pie de la letra las indicaciones de los envases y que ocupen las medidas correctas de químico por hectárea a cubrir, recomienda el biólogo y activista ambiental Marco Rivera

 

LOS DAÑOS

 

Organizaciones medioambientalistas y entidades sanitarias han advertido a lo largo de los años del riesgo de los plaguicidas para la salud de las personas. Si bien ante una exposición pueden presentarse reacciones inmediatas, como dolores de cabeza e irritaciones de la piel, las principales dolencias aparecen después, incluso hasta 30 años.

 

El hígado y los pulmones son seriamente dañados cuando la exposición a estos químicos es frecuente y sin la protección adecuada. Es posible también que se presenten problemas de infertilidad, a la vista y otras dolencias. En casos extremos la persona puede padecer cáncer.

 

Hay estudios de sobra en el exterior. Por ejemplo, recientemente se conoció que en el departamento colombiano del Quíndio (zona cafetera), donde se utilizan plaguicidas en los cultivos del plátano y café, uno de cada cinco agricultores tiene algún daño en la tiroides y que existe una alta incidencia de cáncer en esta glándula.

 

“En Bolivia hay casos que ya se han denunciado en San Julián, anteriormente en San Pedro y en Pailón”, comenta Rivero. El problema es que no hay investigaciones para respaldar las sospechas.

 

“En los centros de salud se registra que un paciente tiene cáncer y que otro también tiene, y se van acumulando” los casos, pero no se conoce los motivos para la aparición de la enfermedad. Además, advierte Rocabado, el riesgo no sólo es por contacto directo con la persona, sino también cuando estos químicos contaminan los alimentos que luego son ingeridos por el ser humano.

 

CONTROL

 

El registro de productos del Senasag incorpora las dosis que deben ser distribuidas según el espacio de cultivo que se abarcará. Además, el reglamento del programa de “Certificación en buenas prácticas agrícolas en frutas y hortalizas” de esta entidad fija lineamientos para el uso de los productos.

 

La dificultad, comenta Rivera, es el control. “Senasag es una instancia que seguramente quiere hacer las cosas, pero no tiene los instrumentos necesarios”. “Hay un reglamento de control de sustancias peligrosas, parte del reglamento de la Ley de Medioambiente, pero tiene escaza aplicabilidad y además está obsoleto, es del año 95”, opina el especialista.

 

La ingeniera en Medioambiente María del Carmen Rocabado, asesora de la Alcaldía de La Paz en cuestiones ambientales, coincide con Rivera y se muestra preocupada por las fallas en la supervisión.

 

“Me preocupa que no exista un control de la cantidad de químicos que tienen los plaguicidas”. Además, “no sabemos exactamente si en el mundo esos plaguicidas que están entrando a Bolivia tienen autorización en otras partes del mundo”.

 

El coordinador del área de Sanidad Vegetal del Senasag de La Paz, Víctor Churquina Mamani, explica que se realizan operativos sorpresas en los puntos de comercialización, pero que es imposible supervisar directamente el uso que cada agricultor da al químico. En el caso de la distrital paceña, se realizan una dos batidas al mes.

 

“Imagínese si tendríamos que controlar a cada uno de los aplicadores. Necesitaríamos ejércitos para que cumplan esa labor, no podemos”. Ante esta situación, el Senasag realiza capacitaciones a los importadores y agri- cultores.

 

BOLA DE NIEVE

 

Los riesgos se acrecientan, dice Rivera, debido a que las plagas se vuelven resistentes a los agroquímicos, por lo que los agricultores utilizan más cantidad de los productos y las empresas crean otros mucho más concentrados y tóxicos.

 

“Es como el juego del gato y el ratón. El ratón adquiere habilidades para escaparse del gato y el gato adquiere habilidades para seguir atrapando ratones, pero los ratones son cada vez más listos y el gato cada vez atrapa menos ratones. Esto implica que la plaga tiene una altísima capacidad de crear una resistencia genética, reproductiva, por una serie de elementos evolutivos”. Por esto es común que los productos que eran eficaces hace dos décadas, ahora ya no lo sean. Además, la utilización de los productos aumenta ya que va de la mano con el aumento de los cultivos.

 

TENDENCIA EN ALZA

 

Según datos de la Fundación Tierra, citados por Rivera, en 2004 se importaron 10 mil toneladas de plaguicidas, en 2010 se llegó a 80 mil y en 2014 hubo una reducción hasta los 40 mil. Sin embargo, se prevé que este año haya un incremento del 15%. Según la Fundación Plagbol, el año pasado Bolivia importó unos 300 millones de dólares en agroquímicos.

 

Ante toda esta situación la pregunta obligada es ¿qué hacer? Rivera explica que hay una corriente de retornar a la agricultura ecológica sin pesticidas ni lógica del mercado. Consciente, sin embargo, que aquello es a pequeña escala, el especialista apunta a realizar controles más rigurosos en el uso de estos químicos.

 

“El consumidor compra el producto que está registrado, y la forma en la que la aplica queda en sus manos. Normalmente, a nivel pequeño, no usan overoles ni mascarillas. Inclusive se ve ahí que la gente está fumigando y los niños están jugando al borde la parcela, es increíble”.