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En búsqueda de opciones para no depender excesivamente del gas natural proveído por Rusia, los Estados occidentales volvieron la mirada al Bósforo a mediados de marzo, cuando los mandatarios de Turquía, Azerbaiyán y Georgia le dieron luz verde a las obras para erigir el Ducto de Gas Natural Trans-Anatolio (Tanap), una tubería de 1.850 kilómetros de longitud que costará más de 9.000 millones de euros y transportará 16.000 millones de metros cúbicos de gas anuales desde el territorio azerbaiyano hacia el turco a partir de 2018.

Uno de los objetivos más ambiciosos de sus operadores es unir el Tanap con el TAP, el Ducto Trans-Adriático, para terminar llevando gas natural a la Unión Europea (UE) en 2020. Se estima que, en 2023, la cantidad de gas que circularía por esa tubería ascendería a 23.000 millones de metros cúbicos y, en 2026, a 31.000 millones. “Nosotros queremos convertir a Turquía en el centro de distribución energética de la región”, dijo el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hace dos semanas. Y no será la UE quien le lleve la contraria.
Un gasoducto con mucho potencial. De hecho, el pasado 11 de marzo, antes de que comenzara la construcción del Tanap, la Comisión Europea oreó explícitamente su deseo de iniciar una sociedad político-energética con Turquía. “El Tanap llevará enormes volúmenes de gas natural desde los yacimientos de las cuencas del Caspio hasta el mercado comunitario, pasando por Turquía. Esto lo erige en uno de los proyectos internacionales más importantes de su tipo”, sostiene Mehmet Ögütcü, presidente del Bosphorus Energy Club.

Pero, ¿acaso de está esperando demasiado del Tanap? Después de todo, por sí sola, la UE consume más de 250.000 millones de metros cúbicos de gas anualmente. Ögütcü responde optimista, señalando, por un lado, que el gasoducto transanatolio sólo podrá satisfacer una parte muy pequeña de la demanda europea, y por otra parte, que el Tanap podría conectarse a mediano o largo plazo con otros yacimientos en Azerbaiyán, Irán, Turkmenistán, la Región Autónoma de Kurdistán en Irak y la zona oriental del Mediterráneo.

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Rusia no será desbancada.
 En Turquía y en el bloque comunitario coinciden en ver al Tanap como un proyecto que les garantizará mayor independencia de la industria energética rusa. De momento, el 60% del gas que consumen los turcos es de origen ruso. En ambos lados del Bósforo sueñan también con un servicio de abastecimiento menos costoso. El precio del gas natural proveniente de Azerbaiyán es más barato que el ruso, según Necdet Pamir, experto en cuestiones energéticas del opositor Partido Popular Republicano (CHP) de Turquía.

No obstante, es poco probable que Rusia se duerma sobre sus laureles mientras se construye el Tanap. Ese país posee el 17% de las reservas mundiales de gas natural y exportó más de 160.000 millones de metros cúbicos a la UE en 2013. “Los productores azerbaiyanos no pueden competir con la capacidad de los rusos. Las geografía también pesa a favor de Rusia. Los costos de transporte hacia Europa son relativamente altos. Debemos admitir que Rusia seguirá siendo uno de los distribuidores de gas más importantes de la UE”, concede Pamir.

FUENTE: AMERICA ECONOMÍA