Bolivia acaba de salir de un proceso electoral, con la posesión de Evo Morales Ayma y Álvaro García Linera para un nuevo período gubernamental. Con ello, los bolivianos hemos cumplido nuestro derecho -al menos formal- de elegir y de ser elegidos, como reza la ciudadanía política. En meses más, estaremos confrontados a protagonizar un nuevo acto electoral vinculado a la elección de alcaldes que debería permitirnos ejercer a cabalidad nuestra ciudadanía social, aquella que nos confiere la titularidad de derechos en materia de seguridad y servicios básicos indispensables, que están ligados a los gobiernos municipales y que nos faculta a participar aunque también a tener obligaciones.

La construcción de una ciudadanía social o mejor aún de una ciudadanía más activa, desde las alcaldías, es algo que se ha incorporado incluso en los planes de desarrollo municipal (PDM) y no hay duda de que se trata de un importante avance, sin embargo, es necesario reconocer que, en los hechos, las instancias municipales generalmente fungen como estructuras meramente concentradoras de recursos económicos, políticos y sociales e impiden el fortalecimiento y/o la materialización de la ciudadanía social y mucho más aún de la ciudadanía activa que implica un mayor involucramiento de los individuos en la vida y los asuntos públicos.

De manera que al enfrentar estos nuevos comicios, deberíamos estar todos conscientes de que tenemos el derecho no solo a exigir propuestas claras, coherentes y sustentables para garantizar una adecuada gestión frente a la acelerada urbanización para lograr un crecimiento resiliente, inclusivo, sostenible y centrado en responder los riesgos climáticos y mejorar los servicios para las personas que viven en las ciudades, sino que también tenemos el derecho a demandar la construcción de una ciudadanía más activa, desde el alero del gobierno municipal.

Esto supone que esas propuestas deben contemplar espacios de participación ciudadana, vinculados a la consideración y debate de los temas de la agenda municipal que tiene que ver con la gestión de recursos económicos, energéticos y con la tan mentada y nunca concluida eficiencia energética. Una gestión, en fin, promovida desde el ámbito público para su implementación en las calles, instituciones, empresas, parques y jardines de los centros urbanos inmersos en una dinámica imparable de crecimiento. Esto supone que la población debe esperar propuestas contundentes en esta dirección y no solamente discursos políticos improvisados para que nada cambie.

El gobierno municipal ha sido definido como la instancia local que, por sus atribuciones, está más próxima a la gente y consecuentemente debe construir una ciudadanía activa que, más allá del mero acto de votar, permita a los ciudadanos participar, fiscalizar y demandar, entre otras cosas, una adecuada rendición de cuentas para una gestión eficiente de la ciudad. Por el momento y conocidos nuestros derechos, estaremos de acuerdo en que, formalmente, los ejercemos en muy limitada proporción, cuando se trata de nuestra real habilitación como ciudadanos y que es necesario fortalecer nuestra ciudadanía activa, bajo el paraguas municipal.

Una elección de alcaldes, por tanto, no puede ofrecer solamente caravanas ruidosas con la imagen o la presencia de los candidatos dispuestos a conocer las necesidades de la población, debe brindar -también a partir de los medios de información- una visión concreta de cómo es que se piensa apuntalar y/o construir una ciudad y hacerla sostenible, amable, comunicativa y vivible. Los candidatos a las alcaldías están obligados, en este marco, a caracterizar las ciudades que pretenden gobernar y a dar un claro mensaje sobre cómo es que piensan manejarlas, más allá de la espontaneidad de discursos de campaña.

Los medios de información, por su parte, deberían reproducir y/o socializar estas propuestas, antes de solamente recrear las agresiones entre contendientes, carentes de toda propuesta sustantiva. Esto, como una forma de apuntalar la creación de una ciudadanía activa, conocedora de las normas pero al mismo tiempo respetuosa de las mismas, construyendo una convivencia armónica entre los ciudadanos y su entorno. Por el momento, los medios solo están dando cuenta de una suprema crisis de representación política y esto supone repensar el acto electoral, la calidad de los liderazgos, pero también el objeto de la participación ciudadana. La ciudad amable, solo podrá nacer de este significativo esfuerzo de conjunto, pienso.



FUENTE: EL DÍA

AUTORA: Vesna Marinkovic