La baja en los precios del petróleo significará un repunte de las energías renovables?, pareciera ser la pregunta que flota en el ambiente y la respuesta no deja de ser negativa porque estas continúan necesitando importantes e insalvables subsidios que las tornan inviables, particularmente en América Latina y en Bolivia en particular. Consiguientemente, nuestra economía y la del conjunto del mundo, continuará gravitando alrededor de los combustibles fósiles como el petróleo y el gas por varios años más.

La alternativa del fraking, en busca de los shales (gas y petróleo) no se ha desembarazado de controversias y continúa bajo la sombra de una serie de sospechas y denuncias de agresión al medio ambiente que incluso en Estados Unidos le representan problemas irresueltos. En este escenario, el gas natural convencional se muestra como una buena alternativa, si no se toca el tema de las grandes reservas de petróleo que tienen acumuladas los países de hegemonía mundial.

Si aceptamos que uno de los factores para la independencia energética es la cantidad de reservas de petróleo y gas con las que se cuenta, Bolivia podría estar entre los países capaces de enfrentar el vendaval con mayores posibilidades, a partir de una mayor proyección de sus capacidades de exploración de sus reservas de gas natural convencional. Sin embargo, parece imprescindible contar con una geoestrategia bien definida para apalacancar su situación de proveedor de combustible en la región, a países con limitados recursos y escasa capacidad de almacenamiento.

Rusia lo está haciendo, pues  al ser el principal abastecedor de gas, petróleo y carbón en Europea (con un 42%, 33% y 26% respectivamente), ha establecido una innegable dependencia hacia sus recursos energéticos que le permite incluso vulnerar la seguridad energética de las economías “rusodependientes”, en beneficio propio y al amparo de una coyuntura determinada, que probablemente está siendo afectada por la baja de los precios del petróleo, pero, no neutralizada.
 
Se sabe, por ejemplo, que el proyecto del gasoducto denominado Nabucco West impulsado por EEUU para transportar el gas azerí a Europa a través de Turquía, Bulgaria, Rumania y Hungría para evitar o cuando menos limitar la hegemonía energética de Rusia, fracasó y se optó por el gasoducto transadriático, (TAP, Trans Adriatic Pipeline), que no representa una amenaza para los intereses de Rusia.

Según reportes de la agencia Reuters, Rusia y China tienen suscritos importantes contratos que hablan de un monumental abastecimiento de petróleo y gas al gigante asiático durante 30 años por valores que oscilan entre los 270.000 y los 400.000 millones de dólares que han colocado a Rusia en un lugar privilegiado y que han despertado recelos entre algunos países de la comunidad mundial, principalmente porque ha sellado las bases de la futura Unión EuroAsiática.

Con todo, intereses son intereses y, crisis del petróleo de por medio, la China, ha decidido  construir el Gran Canal Interoceánico en Nicaragua junto al canal del istmo de Kra que tiene proyectado entre Tailandia y Birmania, como una forma de aminorar su dependencia energética de Rusia y diversificar sus compras de gas y petróleo, desde distintas partes de América Latina.

No hay duda que, en tanto no se modifiquen los parámetros de consumo, la demanda energética mundial seguirá creciendo y buscando todos los medios posibles para asegurar su estabilidad y la reducción de precios y, en el camino, no parecen haber amigos, ni socios, ni aliados, sino solamente competidores. Por el momento, solamente está claro que el petróleo y el gas darán todavía mucho que hablar, pese a la actual situación de crisis que nos toca observar mientras las renovables no presentan perspectivas halagüeñas.


FUENTE: EL DÍA

AUTORA: Vesna Marinkovic