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Frente al inevitable declive en las reservas de combustibles fósiles y la demanda de energías alternativas que sustituyan a las no renovables, investigadores de la Universidad de la Salle aseguran que las ciudades del mundo son una verdadera “mina de oro inexplorada” en materia energética.

Ernesto Campo Ruiz es investigador especialista en materiales avanzados de la Facultad de Escritura y Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestro de posgrado de la Universidad de la Salle en León, donde trabaja en el proyecto “Energy-Concrete”, que busca cosechar energía calorífica del sol en los materiales de concreto para transformarlos en electricidad.

“Básicamente el objetivo de la investigación es cosechar en calor el espectro infrarrojo, ultravioleta, la temperatura de la atmósfera y almacenarla en las masas térmicas del material de cualquier elemento de concreto”, comentó.

“Por medio de unos semiconductores hacemos una transferencia de calor y la almacenamos en unos capacitores que convierte el calor en electricidad”, añadió.

El proyecto nació hace tres años a partir de la experiencia práctica en construcciones y obra que el maestro Campo Ruiz acumuló a lo largo de su vida laboral y de la mano de Juan Gabriel Hernández Medina, investigador adjunto.

Así surgió la idea que promete crear una fuente de energía alternativa para el grueso de la población.

“Los dispositivos catalizadores se implantan en la parte inferior de bloques de concreto y los cosechadores de energía realizan la transformación de calor a electricidad”, dijo Hernández.

“El concreto, por su naturaleza porosa, tiene la capacidad de almacenar energía en grandes cantidades, y si se tiene en cuenta que los materiales más usados a nivel mundial para las construcciones son el acero y el concreto, hablamos de una tremenda oportunidad para aprovechar el recurso”, agregó.

“Estos materiales nunca han sido usados por el hombre como fuente de energía, entonces la ciudad en sí es una mina de oro inexplorada porque todos los materiales, al no tener el transformador de energía que se almacena en ellos, disipan su energía en el ambiente y se pierde”, dijo el catedrático.

En cuanto a los alcances en la producción energética, los investigadores aseguran que el proyecto, aplicado a gran escala, es capaz de crear la iluminación total de una ciudad entera.

“Con tres metros cuadrados de concreto podemos echar a andar una luminaria urbana durante 24 horas, estamos tratando de desarrollar el proyecto a la par con la administración de la Comisión de Obra Pública para que las carreteras, paradas de autobuses, o para que las ciudades completas puedan generar su propia iluminación permanentemente”.

Una de las ventajas es que la energía que se obtiene a partir del proyecto se genera en el mismo lugar de recepción, por lo que no se necesita transportar la electricidad, y no se generan pérdidas en el transporte y distribución energética.

“Nuestra intención es construir edificaciones que no tengan que ser suministradas por una red, sino que la misma edificación sea autónoma y produzca su propia electricidad”, señaló el líder del proyecto.

Hernández Medina está consciente del gran impacto que esta fuente de energía tendría en la sociedad en aspectos económicos y políticos, sin embargo, asegura que la intención del proyecto es de carácter social.

“Lo que queremos lograr es que la gente se empiece a apropiar de esta tecnología y esté al alcance de cualquier persona; la meta es lograr rangos de costos más bajos que las propias fotoceldas solares”, confesó.

Los creadores del proyecto aseguran que las empresas privadas también podrían ahorrar en el gasto del consumo energético.

“Con la nueva legislación energética, todo lo que las personas generen de electricidad como particulares se puede regresar a la Comisión y esto a la larga beneficiaría a las personas en el pago de sus servicios; si en una empresa se paga de 15 a 20 mil pesos, podrían reducir el gasto a siete u ocho mil pesos”.

Además, Hernández apuntó que el simple uso de los catalizadores de energía ayudaría a disminuir el fenómeno de Isla de Calor de las grandes ciudades.

“Durante la experimentación empezamos a descubrir muchas cosas, en un área de medio metro cuadrado nos pudimos dar cuenta que la energía que se regresa al medio ambiente disminuye en 2.37 grados centígrados; ahora, si llevamos esto a áreas mucho más grandes, se lleva a cabo una reducción de temperatura considerable, creando ciudades más confortables”, finalizó.

Fuente: am