La basura se ha constituido en uno de los problemas más serios de la sociedad actual que se caracteriza por tener un modelo de producción imparable de bienes y servicios que se traduce, por otro lado, en derroche de recursos naturales y energía; bajo el rótulo de “progreso”. Cerrado el círculo, tenemos una sociedad que depreda, que produce, que consume y que, además, “hace basura”.

Esta dinámica no tiene, en paralelo, una que la complemente en materia de cómo habitar esta sociedad de consumo sin dejarse consumir por ella; es decir, sin dejar que esta se fagocite a los seres humanos haciéndolos dependientes obsesivos y recurrentes del hábito de consumir en exceso e innecesariamente; condición que se califica de consumismo. Ergo, no hay política familiar o institucional que eduque al ciudadano actual, para que deje de ser una tecla del consumismo y de la producción exorbitante de basura.

Entre tanto, la basura habita, oronda, todos los niveles de nuestra cotidianeidad y no espanta; se ha convertido en una secuela natural de los hombres que viven, piensan, duermen, se divierten, enamoran y habitan este planeta llamado Tierra. Esto se puede verificar todos los días en las calles cuando las bolsas de plástico, los papeles, y cuanto desecho existe, se acumulan y dan un panorama de caos,  en el territorio de esta nuestra generación de consumidores compulsivos, cotidianos e irracionales.

Para muestra de esto que señalo, en un ámbito más cercano, me remito al escenario dantesco que dejó el pasado viernes por la noche, la “diversión universitaria” y/o cultural (lo cual sería más dramático aun) y/o comercial,  realizada en la avenida Busch, casi Segundo Anillo; justo en las afueras de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM), de esta ciudad convertida en la más grande y dinámica del país.

Pretender pasar el sábado a las nueve de la mañana por esta avenida era poco menos que imposible: vidrios rotos, vasos, botellas de plástico y papeles; además de un olor nauseabundo, cerraban el paso ante total ausencia de una autoridad o funcionarios que, al menos, dispusiera el recojo de estos prodigiosos desperdicios, después de una noche de “reventón”. La basura estaba ahí, impávida, como expresión de una cultura del  derroche y de la negligencia.

No podríamos señalar que el “evento” en cuestión hubiera sido organizado por la Universidad o por universitarios de la UAGRM, pues no fuimos parte de esta peculiar cita, sin embargo, es necesario que la Universidad tome parte en el asunto pues lo ocurrido también termina siendo un problema de orden ambiental donde imaginamos que esta casa superior de estudios, sí tiene incidencia al menos curricular y a nivel de la formación de hábitos y actitudes concordantes al medio ambiente.

La frenética diversión, que tuvo como escenario esta avenida, dejó como saldo una monumental acumulación de desechos en un espacio ciudadano común; imaginamos que el viernes por la noche también cerró el paso a movilidades, y al día siguiente, mostró que la basura, en esta sociedad consumista y cada vez menos cuidadosa de los derechos del “otro” y del medio ambiente, ya sobrepasó las instituciones y tomó posesión inconsulta del espacio público y lo agrede y daña y contamina, sin mayor drama.

Si no ponemos atención a este problema, es probable que en un tiempo más se tenga que decretar que la basura ya es un tema de emergencia nacional, en tanto cada vez nos invade con menos restricciones, y no existe una regulación contundente que determine la importancia de no ensuciar las ciudades, los ambientes públicos como las aulas universitarias, las paredes, las calles, parques y avenidas. Un compromiso de las autoridades llamadas por ley, para ver este tipo de situaciones, debería ser una señal perentoria y sin dilaciones y ojalá las universidades puedan liderar esta gestión en favor de mejores hábitos ciudadanos.


FUENTE: EL DIA


AUTORA: Vesna Marinkovic