Conformar un espacio regional de la energía, en forma gradual, ha sido uno de los puntos de la Declaración de Santiago, emergente de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que concluyó hace unos días en Santiago de Chile. Sin embargo, el tema no ha ocupado una atención relevante dentro de la agenda de este organismo fundado con el objetivo fundamental de integrar a los países de la región en un mundo que, discursivamente, se asume “altamente interdependiente”, en materia de recursos energéticos.

Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, al término de dicha cumbre en la que participaron 60 delegaciones europeas y latinoamericanas, ha asegurado precisamente que: "Esta convicción compartida de que dependemos el uno del otro es lo que forma la base de nuestra relación."

Y, en efecto, la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), reafirmaron, en la cita de Santiago, “una nueva era  en su relación estratégica, conscientes de que se necesitan mutuamente para complementar sus economías y consolidar el multilateralismo”, de acuerdo a un reporte de la agencia de noticias EFE.

Según esta misma fuente, la Unión Europea es el principal inversor extranjero directo en los países de la Celac que, en 2010, acumulaban una inversión extranjera directa en la región de 385.000 millones de euros, superior a las de Rusia, India y China juntos.

Por tanto, se ha informado a los medios sobre una de las conclusiones prioritarias de este encuentro que remarca la importancia de “propiciar inversiones de calidad” y que, de pasadita, sean respetuosas con el medio ambiente.
En este proceso, con una Unión Europea protagónica en el centro de la Celac, garantizar la seguridad jurídica para los inversionistas, fue la madre de todas las batallas, en un escenario que todavía mantiene el aroma a las recientes nacionalizaciones en Argentina y Bolivia, de importantes empresas europeas, vinculadas al sector energético.

Con todo y a pesar de algunos desacuerdos sobre este estratégico tema; entre europeos y latinoamericanos, las conclusiones del encuentro no dejaron de reafirmar la importancia de contar con marcos reguladores "estables y transparentes", dirigidos a proporcionar "seguridad jurídica para los operadores económicos".

Lo preocupante ha sido encontrar un nuevo organismo internacional con las mismas deficiencias de otros que lo antecedieron en virtud a una abultada burocracia que parece imposibilitada de aterrizar en los temas trascendentales para marcar la diferencia con organismos internacionales de larga data. Probablemente a ello se deba, también, la ausencia de una política de integración regional que implique verdaderos cambios.

Convencidos de que la región vive un momento geopolítico particular, fuertemente articulado al tema de los recursos energéticos, la diplomacia internacional está obligada a la construcción de agendas distintas a las que se han elaborado hasta ahora con cero de resultados en temas como el acceso de Bolivia al mar, que también es transversal a la agenda energética de los Estados.

Consecuentemente, más allá del importante reconocimiento implícito de que existen temas pendientes entre Chile y Bolivia, está la urgencia de trazar un concepto de integración sin construir periferias dentro de la región y pensamos que ese es un trabajo que implica una gestión verdaderamente conjunta de hacer las cosas: con mayor desprendimiento, eficiencia, menos discursos, y con una voluntad política y económica que suponga una construcción social permanente a favor de la unidad regional.


Fuente: http://www.eldia.com.bo/index.php?c=Opini%F3n&articulo=Un-espacio-regional-de-energia&cat=162&pla=3&id_articulo=109852