30/01/2013 10:54 EL DIA BOLIVIA - ANALISIS Y OPINION
 
Vesna Marinkovic U. - Qué bien que Brasil, mediante Petrobras, comience a producir fertilizantes con gas boliviano. En esa línea, nuestro mercado estará reforzado y el vecino país, como lo dicen acertadamente algunos analistas, podrá apuntar a no depender de las importaciones de urea y amoniaco, es decir, lograr su autosuficiencia en la industrialización de los derivados del gas y hay una legión festejando este acontecimiento.
No ocurre lo mismo con la puesta en marcha, por parte del Gobierno boliviano, de la planta petroquímica en el Chapare. A solo anuncio de este proyecto, después de un largo tiempo sin alusiones a la industrialización del gas, algunos expertos han comenzado a señalar una serie de inconvenientes vinculados a su puesta en marcha; el mayor problema detectado parece ser la ubicación y las dimensiones de dicha planta.

Con todo, vale la pena destacar que, por primera vez, Bolivia ha decidido industrializar el gas en proporciones significativas, aunque no sea todo lo que verdaderamente quisiéramos que ocurra. Ahora por lo menos existe la posibilidad de que los réditos provenientes del gas no se “quemen” o se vayan solamente en bonos, como está siendo la tendencia actual.

Sin embargo, el Gobierno tiene que aprender a gobernar para todos y no imponer proyectos solamente en función de sus intereses geopolíticos pues, en esa línea, se logrará agudizar anticuerpos que, con una mayor consulta ciudadana, hasta podrían ser neutralizados. La gestión planificada y altamente participativa debe ser, por tanto, atributo fundamental del actual Gobierno.
Por el momento, se sabe que la petroquímica es el área más competitiva de la industria petrolera, lo dice el ex superintendente de Hidrocarburos, Carlos Miranda. Agrega que un proyecto exitoso de producción de urea necesita disponibilidad y seguridad de gas natural y, por tanto, es prioritario averiguar si efectivamente lo tenemos. Por otra parte, Miranda destaca la iniciativa pero cuestiona la lejanía de la planta de los mercados potenciales de urea, como el Brasil, por ejemplo.

También hace notar que una planta petroquímica con aproximadamente un millón de toneladas anuales de producción, debe contar con un mercado interno para gran parte de esa producción, precisando que la suma del mercado interno y externo debe considerar la venta del 70% de la producción y acota que una planta de estas proporciones requiere cerca de dos MMm3/d de gas, “lo cual no representa un requerimiento adicional difícil de cumplir.”

De manera que si este proyecto es producto de haber considerado la capacidad de producción de gas natural del país, la tecnología a ser utilizada, el tema precios del gas así como los precios de los productos de este proceso de industrialización en los mercados potenciales de la petroquímica, las necesidades de transporte y los cuidados medioambientales necesarios; también deberíamos felicitarnos por estar haciendo el intento de convertirnos en un país productivo, antes que cómodamente exportador.

Por el contrario, si es un proyecto “sin pies ni cabeza”, la ciudadanía tiene todo el derecho de objetarlo y exigir que no se lo haga, en base a argumentos técnicamente solventes, políticamente relevantes y de manera absolutamente contundente. Lo que actualmente se sabe del proyecto es que YPFB y la empresa surcoreana Samsung Engineering Co. Ltd., firmaron un contrato de construcción de la planta de amoniaco y urea que inauguraría el proceso de industrialización de los derivados del gas, vía la petroquímica, y que el proyecto tendrá un costo de $us 843,9 millones, financiado por un crédito del BCB.

También se sabe que “la inversión es la más alta para un proyecto de estas características en el país” y que comenzará a funcionar el 2015, con la meta de producir anualmente 420 mil toneladas métricas (TM) de amoniaco y 650 mil TM de urea, y que consumirá alrededor de 1,4 millones de metros cúbicos de gas natural por día. Los argumentos técnicos son los que, sin duda, deberán marcar la puesta en marcha de este proyecto y/o su paralización si es que, como algunos argumentan, estaríamos frente a un nuevo “elefante blanco.”