Opinión - Temas
Miércoles, 9 de Mayo, 2012

Cuando se advierte que la demanda global de energía se incrementara alrededor de un 40% en el curso de dos décadas más, la planificación estratégica en el manejo de los recursos energéticos y naturales se traduce en una asignatura imprescindible de buen gobierno, pese a la centralidad de la planificación geoestratégica y geopolítica de estos recursos, por parte de países con larga experiencia en el tema de la cadena energética.

Hoy, varios países de la región, entre ellos Bolivia, están instrumentalizando un rol más interventor del Estado, bajo el argumento de un manejo soberano respecto del control de estos recursos, sin embargo, es notoria la ausencia de una dinámica de planificación participativa al punto que, la llave maestra para denominar “áreas estratégicas” y “pulmones de la humanidad”, definiendo niveles de inversión, tiempos de exploración, explotación, tecnología y también pausas ecológicas, sigue siendo parte de procesos externos de planificación.

Está claro, entonces, que el manejo responsable de nuestros recursos energéticos y naturales no puede ser solamente producto de la concentración del poder, sino y fundamentalmente, efecto de la eficiencia, la gestión y el conocimiento y, todo esto, traducido en políticas de Estado, como lo demuestran las acciones de países con una trayectoria hegemónica en el manejo de estos recursos.

En esa línea, economías fuertes del mundo están actualmente en la tarea de investigar, de manera sostenida, el uso eficiente y seguro de la energía, como lo expresa la reciente Reunión Ministerial para la Energía Limpia, en Londres. Dicho evento visibilizó, precisamente, que la demanda global de energía tiende a incrementarse en un 40% en veinte años más, remarcando la urgencia de implementar alternativas energéticas a los combustibles fósiles como el gas y el petróleo que acusan, además, un notorio estancamiento en materia de inversiones para su exploración y explotación, por efecto de la crisis económico-financiera y comercial que está impactando la baja persistente de los precios de los hidrocarburos.

En este escenario de crisis económico-financiera, influido por el precio de los hidrocarburos fósiles, el debate sobre energías alternativas viene siendo intermitente aunque sin resultados consistentes. Al mismo tiempo, este debate ha puesto en escena la exigencia de la diversificación de la matriz energética en un mundo con diferencias abismales a la hora de encarar el costo tecnológico para tal diversificación que pasa, también, por elevados costos de inversión en un mundo en crisis.

Consecuentemente, la agudización de los conflictos, a partir de la oferta y demanda de los recursos energéticos y naturales, no ha concluido y más parece que está ingresando a una etapa de mayor beligerancia, orquestada por la información dispersa en las redes sociales. Esta situación, sin duda, ratifica la importancia geopolítica y geoestratégica de estos recursos pero, sobre todo, ratifica el desafío de apuntalar procesos de planificación energética con mayor premura y responsabilidad, de manera probablemente menos dependiente, en un mundo, sin embargo, cada vez interdependiente.
//(*) La autora es periodista y abogada.