Opinión - Temas
Miércoles, 15 de Agosto, 2012

Si Bolivia ha transado con Samsung, la transnacional surcoreana, líder en el mundo de la producción de químicos, para que esta se haga cargo de la construcción de una planta de urea y amoniaco en el Chapare, a partir del gas, es porque hay mercado y, en consecuencia, se trata de un buen proyecto. Pensamos que una buena gestión de gobierno no puede hacer tareas a ciegas; consiguientemente, debemos estar seguros de que esta decisión es parte de una inteligente estrategia de producción de fertilizantes nitrogenados que tiene por objetivo fundamental apuntalar la demanda del mercado internacional de fertilizantes y, esperamos, atender la demanda del mercado interno, con una capacidad de producción anual de 650 mil toneladas (t) de amoniaco y 726 mil t de urea con ingresos de $us 300 millones, desde el año 2015. Sabemos que las grandes transnacionales, poseedoras de conocimiento y alta tecnología tienen, principalmente, objetivos de lucro y, en esa lógica, asisten a cuanta licitación internacional se les pone al frente. El rol de los países poseedores de recursos naturales, como Bolivia, en este caso, es rayar adecuadamente la cancha para que en la dinámica de quién pone la plata y quién instala conocimiento y tecnología, el país no lleve las de perder especialmente en un proyecto que se presenta como una respuesta a la ansiada demanda de industrializar el gas. Eso se llama, en buen romance, una buena capacidad de planificación y negociación. Asumimos que el actual Gobierno así lo ha hecho y que no estamos, de ninguna manera, frente a un nuevo “elefante blanco”.
Lo que sí cuestionamos es que el Gobierno no haya dado mayores detalles al respecto; la gran mayoría de la población no sabe, por ejemplo, si se mantiene el compromiso de Brasil de comprar las 200000 toneladas anuales de fertilizantes nitrogenados bolivianos; si el proyecto implica abastecer otros mercados de urea y amoniaco, fuera de la región; y si, en este marco, la ubicación geográfica de esta planta, alejada de las fronteras nacionales, se constituirá en un proyecto de valor estratégico para el Estado boliviano.

Bajar la información al pueblo no es fácil, porque evidentemente se corre el riesgo de distorsiones, pero, así como aprendemos a hacer discursos a riesgo de equivocarnos, debemos ejercitarnos en socializar la información vinculada a proyectos estratégicos, como única vía de construcción de la democracia participativa y de iniciativas que tengan una efectiva y real visión de país. De esta forma, también es probable que se desarticule la sólida estructura de corrupción instalada en la administración pública desde tiempos de la naciente República.

Después de las traumáticas experiencias en la adjudicación de las plantas separadoras de Líquidos y del fracaso anunciado del proyecto del Mutún, el Gobierno está obligado a ser consecuente con su discurso de participación ciudadana, especialmente en lo que toca a la planificación y adjudicación de proyectos estratégicos para el Estado boliviano y, para ello, debe comenzar a socializar sus propuestas y acostumbrarse a tomar decisiones haciendo, de la consulta, una práctica institucionalizada y permanente, no eventual.

Por nuestra parte, los bolivianos debemos aprender a informarnos adecuadamente y a reflexionar sobre los proyectos de la agenda pública nacional, como parte de un servicio social obligatorio y de una dinámica dirigida a apuntalar la buena toma de decisiones en el país.

Sin duda que, de esta forma, estaremos inaugurando un complejo proceso de apropiación de información y producción de sentido, sin embargo, puede ser un buen ejercicio para erradicar el discurso politiquero, promover la acción sustantiva y, además, evitar la insurgencia de nuevos grupos de indignados en este nuestro conflictivo planeta tierra.

Por ahora, sólo sabemos que la decisión de hacer una planta de urea y amoniaco en el Chapare responde, en lo fundamental, a un criterio político y que por ello se habría desechado construirla en Puerto Quijarro, donde algunos sectores empresariales del país sugirieron hacerla argumentando, sobre todo, la cercanía del mercado brasilero de urea. Salir del terreno de la especulación solamente es posible vía un significativo y permanente flujo de información, el desafío es del Gobierno pero también del conjunto de la sociedad que debe comenzar a involucrarse de manera creativa, responsable y eficiente, en los temas de la agenda pública nacional.