Me veo obligada a insistir en lo siguiente: Bolivia necesita planificar de manera permanente sus políticas de Estado para tener capacidad no solo reactiva frente a problemas de orden estructural como, por ejemplo, las recurrentes, indeseables, dantescas y siempre lamentables inundaciones en el país.

Esto que digo lo sostengo desde hace bastante tiempo. Desde cuando se planteó incorporar a la Constitución Política del Estado la figura del Consejo de Estado con atribuciones precisamente de planificación permanente de políticas de Estado para responder de manera más efectiva a los problemas que plantea, desde hace tiempo, nuestra agenda-país.

Responder cada año a los problemas ocasionados por las lluvias, con maratónicas campañas asistencialista que más parecen dirigidas a ganar indulgencias es, desde todo punto de vista inaguantable, y censurable que el actual Gobierno no haya incorporado, desde el año 2006, un cambio en la forma de gestionar la atención del problema estructural de las inundaciones. Lo lamentamos hace ya algún tiempo y hoy lo volvemos a hacer forzados por las circunstancias.

En tiempos cuando la gestión a favor del agua ha cobrado una trascendencia inusual en el mundo, resulta cuando menos incongruente que los gobiernos no estén preocupados por tener a su elite pensante investigando la forma de aprovechar de manera eficiente la temporada de lluvias para tener algún tipo de almacenamiento en lugar de que estas aguas inunden permanentemente casas, sembradíos y ciudades. ¿Cómo fue que en el Beni los primeros pobladores de estas tierras diseñaron hace muchísimos años canales y plataformas que permitían utilizar el agua de las lluvias en forma sistemática y eficiente, evitando inundaciones?.

Sin duda que estas interrogantes, por muy elementales que puedan resultar, podrían ser absueltas en el marco de una dinámica de planificación que pase por la investigación y la consulta a saberes ancestrales, complementados por el avance de la ciencia y la tecnología para lo cual es importante instituir en el país una cultura ligada al desarrollo de distintas disciplinas que nos permita utilizar de manera proactiva los recursos derivados de nuestros recursos naturales.

Si se piensa que estos recursos, es decir el del gas por ejemplo, solo deben ser distribuidos como bonos, sin una visión de largo plazo dirigida a apuntalar el desarrollo de proyectos de corte científico y productivos, habremos volatilizado los recursos que tan sabiamente nos está ofreciendo la naturaleza y eso creo que no puede seguir siendo sostenible.

Por el momento, está claro que continuar reaccionando ante las inundaciones con campañas asistencialistas y burdas declaraciones de intenciones, es una bomba de tiempo en medio de toda la miseria de la gente afectada y no creo que se trate de pensar que este es un núcleo de población irrelevante en sus manifestaciones de descontento debido a su situación de desposeídos, los movimientos de indignados han surgido precisamente de situaciones límite como la de continuar, por ejemplo, soportando inundaciones en situaciones de pobreza extrema.

Consiguientemente, el gobierno tiene que aprovechar este tipo de situaciones para comenzar a tener un país con mayor capacidad de respuesta a los fenómenos naturales. Al momento, el ciudadano común está hastiado de acciones epidérmicas que se limitan a ser simples limosnas institucionales impregnadas de tristes recuerdos de corrupción, por tanto, hay la urgencia de efectivizar cambios contundentes en la forma de encarar los eternos problemas estructurales del país. ¿Está usted de acuerdo?

Autor: Vesna Marinkovic U.

Fuente: El día