Opinión - Temas
Miércoles, 13 de Junio, 2012

Después de la Cuadragésima Segunda Asamblea General de la OEA, realizada hace unos días en nuestro país, la región se alista para celebrar la Cumbre de la Tierra Río+20 -llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable-, en Río de Janeiro (Brasil). Naciones Unidas ha indicado que se trata de “una oportunidad para mirar al futuro del mundo que queremos en 20 años”, en medio de pronósticos no muy halagueños. En este marco, se sabe que:”en la Conferencia de Rio+20, los dirigentes mundiales, junto con miles de participantes del sector privado, las ONGs y otros grupos, se reunirán para descifrar la manera de poder reducir la pobreza, hacer avanzar la equidad social y asegurar la protección ambiental en un planeta cada vez más poblado”, asegurando que se trata de ”una oportunidad histórica para definir las vías hacia un futuro sostenible: un futuro con más empleos, energía más limpia, mayor seguridad y un nivel de vida decente para todos”.

Estamos, consecuentemente, atentos al desarrollo de este evento que se viene preparando con antelación y que no ha dejado de generar mucha expectativa. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon ha anunciado que “será una de las reuniones mundiales más importantes sobre desarrollo sostenible de nuestros tiempos".

En este escenario, el tema de los 7 millones de habitantes que actualmente somos, ocupará parte importante del debate sobre todo en atención a los 9000 millones, proyectados para 2050. Preocupa los actuales índices de pobreza y el hecho de que solamente mil quinientos millones de personas puedan, por ejemplo, contar con el acceso a la energía eléctrica mientras las emisiones de gases de efecto invernadero, provenientes de los energéticos fósiles, no han sido resueltas.

En realidad, es una agenda conocida y con un transfondo también conocido: posicionar en la agenda de los países, demandas que tienen que ver con que el sistema de seguridad de abastecimiento de agua, alimentos y energía se vuelva más “resiliente/flexible”. Es decir, pretende gestionar la predisposición de los países, especialmente de aquellos ricos en recursos naturales, para afrontar la adversidad y superar obstáculos, en el marco de un contexto mundial que, sin embargo, no ha alterado situaciones de asimetrías económicas y sociales. Se espera que de la flexibilización de posturas emerjan, consensos alrededor de los biocombustibles, como una respuesta a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, al desarrollo rural y a la independencia energética.

Por el momento, persiste la controversia generada debido al desarrollo de los biocombustibles en la medida que muchos creen aún que la expansión de cultivos para biocombustibles pondrá en riesgo la seguridad alimentaria en los países en desarrollo y esto, colateralmente, termine aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero por efecto de los cambios en el uso y manejo de la tierra.

Saliendo de una cita internacional como lo fue la Cuadragésima Segunda Asamblea General de la OEA, que no logró transveralizar el tema de la energía a la demanda por una soberanía alimentaria, evacuando una Declaración que dejó muchas interrogantes, incluso sobre la propia definición de qué es lo que se debe entender por soberanía alimentaria, esperamos que este nuevo conclave sea más exitoso en materia de claridad, debate, reflexiones y propuestas.

El propio requerimiento de los presidentes de Bolivia y Ecuador, por erradicar la burocracia internacional y contar con instancias que representen adecuadamente las necesidades de los países miembros, expresado en el evento de la OEA en Cochabamba, plantea que estas citas internacionales deben marcar, cada vez con mayor rigor y transparencia, la ruta que nos permita luchar contra temas como la pobreza y el medio ambiente, si verdaderamente buscamos un futuro “decente para todos”.