La explotación de los no convencionales como el shale gas está ocasionando una prisa bastante parecida a la ingenuidad en muchos países urgidos de contar con recursos hidrocarburíferos para abastecer su demanda energética y, esto, porque lo que no aparece al inicio del idilio entre gobernantes y la técnica del fraking, es que su habilitación requiere inversiones a gran escala y de expertos que no abundan.

Esta situación ha colocado en la mesa de las consideraciones de este complicado siglo XXI el tema del empleo que ya es precario, más aún si se trata de este sector que no es generador de una gran oferta laboral pero que requiere, con premura, de especialistas dispuestos a colaborar en esta especie de nuevo orden en la política global: el orden del autoabastecimiento de energéticos que, ¿probablemente disminuya guerras y dependencias extremas?.

La Argentina, empujada por su precariedad energética, ha comenzado a correr detrás del shale gas estimulada por sus 802 trillones de pies cúbicos (TCF, por su sigla en inglés), de reservas de este hidrocarburo que la colocan en cuarto lugar después de Rusia, EEUU y China y que le abren expectativas inusuales para dejar de depender, por ejemplo, del gas boliviano.

Pero, como ya lo dijimos líneas arriba, la generación de empleo en el sector no es de la mejor; compite con el escaso y precario trabajo que deben enfrentar hoy miles de jóvenes en el ámbito urbano de un mundo que ha decidido fagocitarse toda la energía del planeta en medio de una galopante expansión del desempleo aunque los fans del fraking han comenzado a hablar de una especie de renacimiento de la prosperidad a partir de esta eventualidad.

Por el momento, la "discusión conceptual" sobre las desventajas en materia de impacto al medio ambiente de esta solicitada técnica de exploración y explotación del gas no convencional, tampoco forma parte de las preocupaciones en aquellos países donde tiene mayores proyecciones: la premura apenas observa el tamaño de la cosecha.

En América del Sur, la Argentina tiene todo armado para apostar por el gas no convencional y ya se advierte su beneplácito: está invirtiendo en maquinaria, en tecnología pero no sabemos si también en la formación de recursos humanos que, a medida que pasa el tiempo, parece que se va convirtiendo en un desafío de responsabilidad meramente individual.

Sin embargo, habrá que reconocer que el petróleo y el gas escondido en las formaciones de esquistos y lutitas, se ha convertido en la esperanza argentina para enfrentar su delicada situación de país importador de recursos energéticos y su también delicado abastecimiento de energía eléctrica. Los vecinos estamos expectantes.

FUENTE: Vesna Marinkovic U. El Día-Opinión